A ver cómo digo esto sin faltar a nadie: ¡vaya pintas que se pone la peña! Y no, no es solo que yo sea muy exquisito, que posiblemente lo sea, es que ves cada cosa que te dan ganas de hacer ‘un urdangarín‘ y salir corriendo como si te persiguiesen los paparazzis. Hoy me voy a referir a esa pseudo-tribu urbana que en Plasencia conocemos como “irus” y en otras partes como “poligoneros”.
Queriendo imitar a sus ídolos reyes del balón -nuevos multimillonarios, sin clase, ni gusto ninguno en la mayoría de los casos-, los reyes del anti-glamour local se colocan el chándal sea cual sea la hora del día o de la noche, a juego con unas gorras diminutas que antes solo se ponía el tonto del pueblo y ahora dejan entrever cortes de pelo imposibles, generalmente con mechas y/o dibujos tribales recortados en la nuca.
Les gusta también colocarse piercings en lugares cada vez más raros y en más cantidad, tanto que algunos parecen árboles de Navidad con tanta bola brillante en la cara. Todo ello acompañado de oro, mucho oro. Quizás de ahí venga el palabro “iru” con el que denominamos en Plasencia a estos personajes que se reúnen alrededor de sus coches que tunearon durante la época de explendor del encofrado y del andamio, provistos de equipos de música superiores en luces y decibelios a muchas discotecas.
Generalmente sus compañeras, adictas al eyelainer y a los pendientes de oro en forma de aros retorcidos, visten también de forma casual, brillando tanto o mas que ellos. A los escotes de vértigo, que dejan asomar tatuajes varios e incluso algún móvil recogido calentito entre los senos, hay que sumar mallas o pantalones pitillo -incluso a veces sin tener piernas pitillo– y bailarinas mas propias de estar por casa que para salir de marcha; aunque, eso sí, más cómodas que los taconazos de polipiel con los que acompañan minúsculas minifaldas que poco dejan a la imaginación, sea cual sea la temperatura o la época del año. Y todo todo bien apretadito, marcando tipo o lorzas, dependiendo del caso.
En la competición que mantienen por ver quién va más a la peluquería, ganan ellos de largo. Todos, y digo todos, llevan el pelo perfectamente arreglado siempre, (por no hablar de las cejas), en contraposición a ellas, que gustan de llevar las raíces bien morenas y las puntas bien rubias, con estrafalarios moños a lo Amy o melenas languidecidas a base de planchas o extensiones.
Un poquito de por favor! Pensad en el resto de los mortales que tenemos que soportar estas visiones y poneos un pelín menos de brillo. Deslumbradnos con vuestra belleza y vuestra juventud, no con el táctel de vuestros chandales.
En otra ocasión hablaremos de los “pijos antiguos” curiosa especie que encuentra en Plasencia un hábitat más que favorable para su existencia. Y, tal vez mas adelante, no lo prometo, me atreva con los “fashion-victims” (¡ay!, eso me va a doler).