En estos tiempos que corren tan achuchados, muchos jóvenes se están decantando por estudios que les puedan abrir más fácilmente las puertas al mercado laboral. Hablo de la rama de estudios de la Formación Profesional, estudios que antes estaban no muy bien vistos y hoy están casi al cien por cien, acogiendo, entre otros, a aquellos que dejaron las aulas durante los años del auge del ladrillo, y ahora deben volver a terminar lo que abandonaron a toda prisa.
Estos ciclos te preparan para incorporarte directamente al mundo laboral. Es el caso del Ciclo de Servicios de Restauración que se imparte en el instituto Sierra de Santa Bárbara, en el barrio de San Miguel de nuestra ciudad. Instituto dotado de unas magníficas instalaciones, donde los chavales aparte de las clases teóricas pueden practicar lo aprendido. Y donde, lo que es tanto o más interesante, un par de veces por semana abren su “restaurante” para una clase practica en toda regla, público incluido.
Hace unos días tuve la suerte de poder ir a comer durante una de esas clases. Víctor, el profesor encargado de la sala, nos recibió todo amabilidad en la puerta, y nos dejó en manos de sus alumnos, concretamente nos encomendó al que ese día hacia de maître. Como si de un restaurante de verdad se tratase, nos acompañó a nuestra mesa elegantemente vestida y adornada con un pequeño jarrón con flores.
Video: Ciclos de Hosteleria y Restauración – IES Sierra de Santa Bárbara – Plasencia
Nos recogieron los abrigos y nos ayudaron a acomodarnos. Se les veía nerviosos. Más tarde, Víctor nos comentó que ese día, tanto en la cocina como en la sala, estaban únicamente los alumnos de primero. Los de segundo curso, más experimentados, se encontraban haciendo prácticas en bares y restaurantes de nuestra ciudad.
En una de las paredes, un cartel nos recordaba que estábamos en una clase práctica, (había que ser paciente y perdonar los posibles fallos). El joven maître nos trajo la carta con el menú de ese día: un aperitivo, dos primeros, dos segundos y dos postres, a elegir. Al aperitivo, consistente en una tosta de sardinilla con una crema de pimientos, le siguió en mi caso, un delicioso arroz negro y una lubina con costra de patata sobre un lecho de pimientos, todo de un nivel notable. De postre un inmenso trozo de tarta selva negra que no se lo saltaba un gitano. Todas las viandas regadas con vino blanco y agua.
En la sala, como si de un escenario se tratara, cada cual representaba su papel. Una jovencísima y nerviosa camarera fue la encargada de atender nuestra mesa, mientras su compañero traía los platos a otra auxiliar desde donde ella los repartía a los comensales. Otras chicas se encargaban de que tus copas de vino y agua estuviesen llenas, y todo bajo la celosa mirada de Víctor, pendiente en todo momento del ir y venir de sus chicos.
No se les puede poner ningún pero. Tanto en cocina como en sala todos estuvieron a la altura, no olvidemos que eran alumnos del primer curso. He comido en restaurantes de renombre con personal más inexperto y con menos ganas de agradar y desde luego a otros precios, ya que por cada menú antes referido sólo pagamos diez euros. Me impresionó la cantidad de chavales que estaban allí trabajando, 91 en total, según nos explicó orgulloso Víctor, todos con sus uniformes, sus nervios y sus jóvenes sonrisas.
Realmente hacen falta iniciativas como ésta en nuestros planes educativos. Nuestros jóvenes necesitan preparase para trabajar y estamos viendo que sobran licenciados por doquier. Del instituto pueden saltar directamente al mercado laboral, y si ésta formación les acerca la posibilidad de encontrar un puesto de trabajo, bienvenida sea. La Formación Profesional es una digna salida y en nuestra ciudad existen varios institutos que ofrecen esta vía. Tenemos que quitarnos de encima los prejuicios de antaño hacia éste tipo de estudios. Ofrecen una muy buena preparación y lo que es más importante, una posibilidad más real de trabajar.