Amaneció un día soleado, pero no las teníamos todas con nosotros, y no me estoy refiriendo al resultado de las elecciones americanas. En el horizonte, unos nubarrones negros amenazaban con estropearnos el día. Unos nubarrones que el Partido Popular se empeñó en poner ahí hace ya siete años. La sinrazón al servicio de los votos. Es triste, pero es así. Por un puñado de votos no les importó tener en vilo a decenas de miles de personas durante más de siete años. Personas que, amparándose en una ley, se casaron, adoptaron, pero que aún no dormían tranquilos por las noches. Una ley que venía a llenar un hueco que algunos se empeñaban en que siguiese abierto, que insistían en que existiesen ciudadanos de primera y de segunda categoría, que luchaban para que no tuviésemos todos los mismos derechos, escudándose en unas ideas respetables como todas o casi todas, pero trasnochadas y que a ellos, por cierto, ni les iba ni les venía, pero que por mantenella e non enmendalla, fueron capaces de interponer un recurso de inconstitucionalidad a sabiendas de que era injusto, legal pero injusto.
Afortunadamente, los nubarrones se disiparon con la declaración de constitucionalidad de dicha Ley. Por fin amar a mi chico era constitucional.
Aún hoy hay quien dentro del Partido Popular (?) sigue hablando, no ya sin pensar en el dolor que sus palabras pueden causar, sino en que pueden dar cobertura a algún descerebrado. Las declaraciones del actual Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, claramente orquestadas desde la cúpula para tratar de calmar a votantes descontentos, diciendo que “acata pero no comparte”, que para él “no es un matrimonio” y que “está totalmente en contra de las adopciones por parte de parejas gays” no hará más que alborotar a los que necesitan poco para salir a la calle en busca de alguna víctima gay. Si el propio Ministro del Interior dice que somos distintos se seguirán dando casos de acoso hasta el suicidio, como los ya tristemente por todos conocidos. El Ministro del Interior con sus declaraciones arropa a estos acosadores que ven respaldadas con estas palabras sus anacrónicas ideas.
Nosotros, los que estamos a favor de esta Ley, seamos o no gays o lesbianas, no hemos salido a las calles a manifestarnos en contra de su modelo de familia. No nos importa si están casados o no, no nos metemos en que tengan dos o doce hijos, o si usan o no métodos anticonceptivos.
Nos preocupa más que esos hijos sean felices, queridos y que estén bien atendidos. Que la familia, sea el tipo de familia que sea, sea una familia unida. Que en las casas reine la paz y la armonía.
Nosotros, aparte de más transigentes, somos más felices, porque no odiamos. Les perdonamos. A los que interpusieron el recurso y a los que les empujaron a interponerlo. Estos últimos, que se queden con sus ceremonias en sus templos, con sus oscuras finanzas, sus sermones propios de la Edad Media y su odio e incomprensión hacia parte de sus semejantes, que ningún mal las han causado. Nosotros seguiremos con nuestra vida como hasta ahora, pero un poco más tranquilos, y el que quiera casarse, lo hará con todo el apoyo, no sólo de su gente, sino de su Constitución.
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