¿Cuándo hemos pasado de ser unos pringados en nuestra sociedad a ser los chivos expiatorios de esta crisis? Se me escapa esto. Soy funcionario, ¡y a mucha honra! Me costó mucho esfuerzo, mucho sacrificio y varios exámenes conseguir mi plaza, primero como interino y, otra jartá de horas de estudio después, para llegar a ser funcionario de carrera. Nadie me colocó a dedo, de hecho, sé que a ninguno de mis compañeros nadie les tocó con el dedo para ofrecerles un puesto de por vida. Desde mi ingreso y hasta hoy sigo formándome para mantener al día mis conocimientos a fin de dar el servicio que nuestro conciudadanos merecen.
Durante la etapa de bonanza hemos tenido que soportar que cualquier criajo que no había terminado ni siquiera el instituto, nos adelantase en su flamante y tuneado coche nuevo, que se mofasen de nosotros por cobrar un sueldo muy inferior a los suyos aunque no supiesen hacer la O con un canuto, que cualquier analfabeto se pegase unas vacaciones dignas de un Maharajá, o que todo el mundo tuviese una segunda residencia. No quiero malas interpretaciones, no estoy en contra de nada de esto. Me gustaría que a todo el mundo le fuese bien y ojalá nada hubiese cambiado. A todos nos iría mejor. Pero mientras todo esto ocurría, nosotros hemos aguantado con nuestro sueldo no muy superior a los mil euros -en la escala más básica de la Administración, escala en la que está la mayoría del funcionariado-, y muchos han seguido estudiando para conseguir escalar algún puesto y, con ello, mejorar su economía, aunque una subida en nuestro mundo funcionarial, suponga 200 € mensuales. Obvio es que en esa España de la burbuja, de beneficios y sueldos estratosféricos éramos unos pringados.
Ahora, de repente, nos hemos vuelto unos privilegiados porque tenemos un puesto de trabajo (que ya hemos visto que puede no ser para siempre), con un sueldo muy por debajo del nivel de vida. Sueldo que año tras año, hemos visto que no crecía ni el IPC, cuando no nos lo congelaban. Sueldo que hemos vuelto a ver cómo este año se quedaba congelado y cómo, nos quedábamos sin una paga extra que, por Ley, nos pertenece.
No os hagáis líos. Siempre nos hemos considerado unos privilegiados, no sólo ahora, sino desde el momento en que empezamos a trabajar en lo que nos gustaba, ya sea médico, bombero, policía, o en mi caso, atendiendo al público en un Ministerio. Tratando de quitarnos de encima la manida imagen del funcionario del “vuelva usted mañana”.
En época de vacas gordas nosotros hemos estado ahí, calladitos, y a nadie le daba ninguna pena nuestra situación. No hemos insultado a los encofradores, soldadores, peones o electricistas por llevarse en crudo 3.000 euros mensuales que dilapidaban, muchos de ellos, con la misma alegría que los ganaban, haciendo alarde en tantos casos de su “éxito”. Los mismos que ahora nos gritan porque la ayuda de 400 € que les damos entre todos, -parte de ellos de mi paga extra de Navidad que no cobraré-, les parece insuficiente.
Pues lo siento, pero no es nuestra culpa su situación. Nosotros también estamos jodidos, y mucho, pero no culpamos al resto del mundo por ello. Los culpables han sido los políticos irresponsables y egoistas y los banqueros codiciosos designados por los anteriores, que nos hicieron creer para su propio beneficio, que vivíamos en “los mundos de Yupi” donde todo valía. Un mundo en donde el despilfarro y el derroche era el modo de vida. Un carro al que se subió todo el mundo. Todos menos nosotros, que entonces teníamos los mismos sueldos que ahora.
Con todo y con eso, sí, somos privilegiados: hacemos lo que nos gusta, ¿hay algo mejor? Y si no, que se lo pregunten a los funcionarios a los que dedico este post, en especial a mis compañeros, con los que comparto mi día a día y entre los que veo a alguno que lo está pasando realmente mal. Y sin comerlo ni beberlo.
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