Dicen que no hay mayor ciego que el que no quiere ver. A nuestra clase política debe de pasarle algo parecido, todos estamos hartos de ellos y, por más que se lo decimos, ni caso. Nos hemos desayunado este pasado domingo 13 de enero con una encuesta de Demoscopia para El País, en la que se decía que “el 96% de los ciudadanos creen que la corrupción política es muy alta“. Me pregunto si el 4% restante serán políticos, familiares de éstos o marcianos recién aterrizados. ¿Se puede decir más claro?. Pues lo mismo les da, que no se dan por enterados oyes. Mientras puedan seguir con su desahogada vida, no les importa que les llamemos corruptos o ladrones, que ellos dirán que tienen sus conciencias muy tranquilas.
El resultado de todo esto es que este año ni siquiera vamos a poder marcarnos un propósito como hacíamos cada enero. Nos han dejado hipotecados hasta las cejas, decepcionados, deprimidos, cansados… Somos nosotros, los ciudadanos de a pie, los que tenemos que pagar por todo. Este año no podremos decir que vamos a aprender inglés, ir al gimnasio o adelgazar. No podemos ni eso.
La clase política, esa que hemos votado entre todos, la que tenía que mirar por nosotros, velar por nuestras cuentas, por nuestra salud, por nuestra educación, se ha dedicado a vivir bien, a viajar en cochazos oficiales, a demostrar el poder de las tarjetas de crédito que le facilitaban sus poltronas o a falsear convocatorias para favorecer a sus amistades, sin importarles que el común de los mortales no pudiese pagar sus recibos o tener acceso a lo mínimo, para que su día a día fuese normal. Se han tirado millones y millones de euros, o lo que es lo mismo, billones de las antiguas pesetas, en gilipolleces que para nada necesitábamos, y todo por puro populismo.
Lo que sí necesitábamos era una buena gestión de lo público, sin ánimo de enriquecerse nadie ni de favorecer a familiares y amigotes. Sin embargo, nuestros gobernantes, siguen estrujándonos con impuestos y tasas por todo y para todo, para que su nivel de vida no se vea afectado. Muchas de ellas de dudosa constitucionalidad, como la doble tasa por depuración del agua, que desde finales de año pasado pagamos los extremeños y que algunos alcaldes han decidido llevar a los tribunales. El nuestro no. El caso es que a las arcas públicas siga llegando dinero, caiga quien caiga, pero de los nuestros, no de los de su bando, para que ellos puedan seguir dándose la vida padre y, por ejemplo, cobrar sueldos de 50.000€ por ser “ayudante” de un concejal, como el pobre Carromero.
Ha quedado claro también, que si tienen que apuñalarse o robarse ente ellos, lo tienen asumido. Hasta el punto de haber tenido que ser disuelta la agrupación local de un partido ¿político? por prácticas poco éticas, como vaciar la caja común para solucionar problemas personales, presuntamente hablando, claro está. Les damos igual. El egoismo de la clase política ha llegado a extremos insufribles. Primero yo, luego yo y luego también yo. Y, al final, muy al final, las personas a las que me debo. Pero no os preocupéis, seguirán cobrando. Para eso sí se valen solitos.
Así nos han dejado para comenzar el año. Si los mayas hubiesen acertado, no tendríamos estos problemas, pero fallaron. Nos tendremos que valer cada uno de nosotros para que esa tradición tan nuestra como marcarnos una meta, con el secreto convencimiento de no alcanzarla, no desaparezca. Propongámonos dejar de fumar, aprender un idioma o volver al gimnasio. Un principio de año sin esto no es lo mismo. No hagamos caso a nadie y mucho menos a Standard & Poor’s. Tenemos que salir de ésta nosotros solitos y estoy convencido que lo conseguiremos, con la ayuda de amigos y familia. Rompamos con la tradición y propongámosnoslo como un propósito que sí cumplamos. Vamos a dar la bienvenida al nuevo año con ánimo renovado. Sé que es difícil, pero no imposible.
14 de julio de 1789, el pueblo francés toma la Bastilla.