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Media-media maratón

Por higiene mental y tras unas semanas de  merecida leña a nuestros políticos, esta vez voy a hablar de cosas agradables. Porque al final va a parecer que me gusta más la crítica que el elogio, y no es así. Aconteció hace un par de fines de semana: En Plasencia, y siguiendo la estela de otras grandes ciudades -ojo, que lo digo como lo pienso, que tenemos una Ciudad tan grande como todos nosotros la queramos hacer- , se ha organizado con gran éxito una media maratón.

Siempre había mirado a la gente que salía a correr, un poquito, como bichos raros. No entendía qué les llevaba a esos esfuerzos titánicos, a no pararse aún estando agotados, a seguir sufriendo. En las competiciones, les veía llegar exhaustos a la meta, desmayados al cruzar la línea, llorar emocionados. Ahora les entiendo un poco mejor. Si hace tres meses cualquiera me hubiese planteado esto, seguramente le habría tachado de loco. Pero un día la casualidad y unas cervezas después de un partido de pádel, me hicieron entablar conversación con uno de los  “atletas populares” que me contó lo que estaban organizando. Hasta tal punto me transmitió su entusiasmo,  que decidí correrla.

¿Por qué? Tenía muchas cosas que demostrarme; por eso, creo, me lancé a  esta aventura. Quería hacerlo,  tenía que hacerlo. La constancia, la dedicación y la disciplina no han sido nunca mis fuertes.  Era la ocasión de demostrar y demostrarme que cualquiera puede hacer lo que se proponga. Sólo hacen faltatesón, sacrificio y fuerza de voluntad.

Antes de nada quiero agradecer su apoyo a la persona que me animó desde el principio, mi pareja. Conseguir que se sintiese orgulloso de mí por un rato ha sido la mayor recompensa de todo esto. Porque, pensé,  que eso significaba que veía en mí esas cualidades de las que yo creía carecer. Tambien a Alberto, mi coach, mi amigo, que desde el primer momento me empujó a hacerlo, y me preparó confiando en mi determinación.

Pero no teníamos mucho tiempo, tan sólo dos meses de entrenamiento. Ocho semanas que se me han hecho durísimas, muy cansadas, con frío, lluvia, muchas renuncias, una lesión y casi 400 km recorridos. Semanas en las que pensé tirar la toalla muchas veces, casi tantas como días salí a entrenar. Afortunadamente no lo hice.

Llegó el día. Ni siquiera el sol quiso perderse el acontecimiento y amaneció una mañana espléndida. Participamos más de 500 corredores de todos los puntos de Extremadura, Salamanca, Madrid y Portugal. Pero sobre todo, muchos, muchos placentinos. Yo corrí solo: mi compañero Abel y mi “liebre” Suso  estaban lesionados, pero fuí arropado, además de por mi gente (megáfono incluido), por los cientos de personas que se agolparon a ver pasar la serpiente multicolor que, según iban avanzando los kilómetros, se iba haciendo más y más larga, animando con sus aplausos a nuestras cada vez más menguadas fuerzas.

A la estupenda organización hay que sumar la colaboración de la Policía Municipal, Protección Civil, Cruz Roja y los “atletas populares”, pendientes de los corredores en todo momento, incluso en bicis por las zonas donde los automóviles lo tenían más complicado. Entre todos consiguieron que fuese un día de fiesta para  los aficionados.

Lamentablemente yo no pude acabar. Una reciente lesión, aún sin curar, me apartó de la carrera a la mitad. Al disgusto inicial por el abandono,  noche al medio, entendí que no había sido un fracaso. Lo intenté. Salí con todo el grupo, infinitamente mejores y más preparados que yo, e hice más de lo que podía. De eso se trataba, de no flaquear, de intentarlo, de dar un paso más, de querer llegar más lejos. De eso se trataba, tanto en la carrera, como en la vida. Mi “media-media” maratón ha servido para demostrarme algunas cosas que me tenía que demostrar. La próxima intentaré terminarla, y si no puedo, ya sé que no pasa nada. Para  muchos, el triunfo está en la salida, no en la meta.

 

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