Cuando comencé con esta aventura de escribir, -que era eso lo que significaba para mi, una aventura-, no era consciente de la trascedencia que mis escritos -por llamarlos de alguna manera- iban a tener. No sólo no me pasaba por la cabeza la cantidad de gente a la que iban a llegar ni, por descontado, que mi opinión iba a ser tenida en cuenta. De lo primero me percaté rápido: muchas personas, conocidas y desconocidas me abordaban por la calle para animarme y decirme que me seguían, y en muchos casos, que se divertían leyéndolos, sobre todo aquellos escritos en los que hacía un “poco de sangre” -en el fondo todos somos un pelín malos-.
De lo segundo me he enterado hace relativamente poco, exactamente cuando fui convocado a una reunión “oficial” debido a uno de los escritos que se había publicado con fecha de 17 de octubre y en el que trataba del problema de los ruidos nocturnos, la falta de civismo de nuestros jóvenes y la actitud de una asociación vecinos. Tras el sobresalto inicial que supuso en mí la llamada desde la Concejalía de Interior, -tengo que confesar que me asustó un poquito, tal vez por este atávico convencimiento de que desde determinadas instancias nada bueno puede venir– llegó la tranquilidad de saber que era invitado a participar, en una reunión municipal, para dar mi opinión ante el referido asunto. Junto a mí, representantes de algunos locales del ocio nocturno, miembros de la citada asociación, el edil competente en la materia y el intendente, entre otros. Opiné cuando me lo solicitaron con el mejor ánimo de colaborar en la consecución de acercar posturas y puntos de vista. Este es el motivo de mi asombro. Que un simple escrito de opinión, mi humilde opinión, sea objeto de debate en una reunión de este calado no deja de sorprenderme. Que estas personas valoren lo que escribo y se tenga en cuenta me ha hecho pensar.
He llegado a la conclusión de que la opinión de cualquiera puede ser tenida en cuenta y puede influir positiva o negativamente en los demás. No sabemos quién puede leernos y a quién pueden ofender nuestros comentarios o quién puede estar de acuerdo o no con nosotros. Desconocemos las conciencias que podemos remover. Nunca he querido pisar ningún callo o, al menos, nunca he querido hacer daño mas allá de la licencia que me permito con mi ocasional y humilde sátira literaria, pero me he dado cuenta de que esto funciona, y que si tengo algo que decir, lo haré, ahora con un poco más de cuidado para no lastimar a nadie. Trataré de no callarme ante las situaciones en que, siempre en MI OPINIÓN, tenga algo que decir.
“Las personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para cambiar las cosas” dice Paulo Coelho en su Twitter, y creo que esta reflexión me viene al pelo. Podemos cambiar las cosas, al menos un poco. Si todos en esta ciudad fuésemos conscientes de ello, Plasencia funcionaría mejor. Tenemos la responsabilidad de opinar, sabiendo que somos responsables de lo que decimos, dar a conocer nuestras ideas tratando de no ofender a nadie. Parafraseando a un famoso ya difunto, no se trata de esperar lo que nuestra Ciudad puede ofrecernos, sino lo que nosotros podemos ofrecer a nuestra Ciudad.