Llegan tiempos políticos de insolidaridad. Entre la clase política pocos plantean como escandalosa que la desigualdad no tenga fecha de caducidad. El nuevo mantra es que la solidaridad no puede ser eterna. Los independentistas aspiran a un Estado para no tener que repartir su riqueza con las regiones más pobres y no lo ocultan, el Gobierno del PP espera apaciguar el desafío independentista con un nuevo sistema de financiación que rebaje la contribución de las comunidades autónomas más ricas y la estrategia de los presidentes de los Gobiernos regionales más ricos se resume en “qué hay de lo mío”.
Mientras la brecha entre pobres y ricos crece. Territorialmente también. Año a año se edifican las tres Españas. Un país dividido en tres por las fronteras de la desigualdad. Mientras el País Vasco, Navarra y La Rioja tienen tasas de paro por debajo del 20% y la mitad norte de España va recuperando empleo encabezado por Cataluña, la otra mitad Sur se desangra por el paro (ver gráfico). La receta conservadora de que el empleo permitirá a los españoles recuperar la posición económica perdida no se cumple para la gran mitad Sur del país. El gran hecho diferencial es la distancia entre las rentas de los ciudadanos: