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Angel L. González

Conversaciones con el futuro

Sólo sé que no sé nada.

Da igual la carrera que hayas estudiado, da igual la década a la que asistieras la Universidad, da igual el tiempo que hayas empleado en terminarla… la situación es la misma y se repite una y otra vez.

Un grupo de antiguos compañeros de la facultad se encuentra tras mucho tiempo y les da por rememorar como fue su salto al mercado laboral. Tras un rato recordando mudanzas de ciudad (o incluso país), jefes insufribles, transportes públicos diversos, compañeros en pisos compartidos, historias de máquinas de café y trucos varios para transportar el tupperware; suelen acabar apostillando una misma conclusión: “prácticamente todo lo que estudié en la carrera apenas me sirvió cuando comencé a trabajar”.

La separación casi absoluta entre el mundo empresarial y los sistemas educativos universitarios está provocando un desequilibrio social cada vez más insostenible. En España, estamos malamente acostumbrados a que una persona estudie un carrera universitaria con el único fin de obtener un papel enmarcado, una especie de salvoconducto que en el mejor de los casos dará acceso a un puesto de trabajo. Hasta hace bien poco, las empresas estaban acostumbradas a filtrar en base a este salvoconducto, aceptando o no un currículum en el proceso de selección según el candidato lo posea o no.
Este automatismo ya se está convirtiendo en parte de nuestro pasado. Tal y como pude comprobar recientemente conversando con el gerente de una importante consultora informática, confirmé que la relación universidad-empresa está en un punto más que complicado. Este gerente me reconocía que en sus procesos de selección “cada día valoran menos la formación universitaria”, añadía además que “a muchos profesionales la Universidad les ha perjudicado más que ayudado” justificando esta dolorosa afirmación con la callosidad del camino “han salido quemados de estudiar bajo exámenes insufribles y procesos evaluativos innecesariamente exigentes, han perdido la ilusión por aprender y a menudo sienten equivocadamente que ya lo saben todo”.
Las estadísticas no engañan, entre 2013 y 2014 en España el colectivo que más incrementó la contratación indefinida fueron los estudiantes de FP (un 14% de subida en este tipo de contratos, respecto a una subida del 10% para los estudiantes universitarios) siendo éste un país donde la FP ha estado guadianescamente soterrada según convenía. Sea como fuere, esta estadística es fruto de una tendencia real, una tendencia que marca que los negocios en pleno 2015 no necesitan a personas que sepan recitar de memoria, esto ya se lo hace un ordenador o teléfono móvil, sino personas con unas cualidades competenciales que desatasquen las tareas, optimicen los procesos y hagan crecer los objetivos; y esto es algo que a día de hoy desgraciadamente la universidad no está enseñando lo suficiente.

Muchos achacan a la falta de experiencia laboral del profesorado (más allá de la propia docencia) una parte importante de la culpa de esta descoordinación empresa-universidad. En muchas carreras universitarias (como por ejemplo: ingenierías, arquitectura, periodismo, derecho…) sin duda la experiencia profesional no es que sea un grado, sino que prácticamente ha de ser la base constructiva que sustente cualquier concepto a transmitir… Se supone que un docente de cualquier rama de ingeniería debe preparar a sus alumnos para el mercado laboral que le espera, un mercado muy específico dominado por la empresa privada, un mercado en el cual un docente universitario no ha trabajado casi nunca, ¿cómo va a preparar a un alumno para un mercado que desconoce?, ¿para qué está preparando realmente la universidad?

Es tiempo de diálogo, no de buscar culpables y mucho menos de ego. Hemos de reconocer que cada vez es más necesaria una pragmática relación fuerte entre el mercado laboral y el sistema universitario. Dejar de concebirlos como agentes excluyentes, buscando un interconectado modelo que relacione los planes de estudio con la necesidad empresarial, un modelo que permita la retroalimentación de ideas del uno en el otro y viceversa, ofreciendo un desarrollo mucho más completo y sobre todo útil al estudiante.
Una nueva realidad universitaria donde la tecnología tendría y mucho que decir. Es conocido que el saber está a golpe de click pero no se está aprovechando, hemos de reconocer oficialmente la formación e-Learning vía MOOC no como competencia a un plan de estudios universitario, sino como un complemento perfectamente relacionable al mismo. Hecho que sin duda fomentaría el constante reciclaje para un mundo que avanza rápido, definiendo “profesiones del futuro” cada semana. Una nueva realidad que prepare profesionales que no necesiten pararse a pensar en lo que saben y lo que no, sino en lo que pueden hacer.

Temas

Tecnología y educación

Sobre el autor

Hablar de Ángel L. González es hablar de tecnología y educación, así como del camino que las conecta: E-Learning. Actualmente es Jefe de Proyecto en eScholarium, iniciativa extremeña que busca evolucionar digitalmente los colegios e institutos de la región. En su blog, podemos conocer como afectan las tendencias tecnológicas tanto a la Educación como a nuestro día a día. Haciendo ver todo lo que nos pueden ayudar y enfocando su aplicación desde la sencillez, utilidad y necesidad. Trazando pinceladas pedagógicas para la educación del futuro, basadas en los retos a los que ya se enfrenta el alumno del presente. Aprendiendo a aprender.


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