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Angel L. González

Conversaciones con el futuro

Muerte al gurú.

Es obvio pensar que para mejorar cualquier proceso, protocolo o sistema, primeramente es vital conocerlo en profundidad, ¿cómo vamos a mejorar algo que no conocemos lo suficiente?, ¡menuda insensatez! No obstante, si la realidad a menudo es capaz de superar a la ficción, a la obviedad es capaz de superarla casi sin darse cuenta.

En los últimos meses, he podido asistir a diferentes charlas y seminarios ofrecidos por expertos en tecnología educativa, trabajadores que ocupan niveles altos en la jerarquía de empresas fabricantes de hardware educativo. Empresas que conocemos porque desarrollan nuestros móviles, utilizamos sus computadoras y descargamos sus aplicaciones o programas.
Sin duda este tipo de charlas tienen una parte de fascinante de las que irradia, evocando a aquellos juglares que narraban surrealistas historias y, al igual que ellos, nos hacen abandonar la mundana existencia para transportarnos por un instante a un mundo imaginario y positivista que perfectamente encajaría como final de cualquier película Disney (excepto Bambi)
Como experimento sin mala intención, decidí hacer una pregunta similar en todas estas charlas: ¿cuándo fue la última vez que usted visitó un centro educativo? Si mi pregunta fue similar en todas estas charlas, las respuestas fueron también bastante parecidas. Respuestas caracterizadas por una fecha difusa, que dejaba sobre la mesa una contradictoria conclusión: los máximos responsables educativos de empresas tecnológicas no tienen la visita a centros educativos como una tarea habitual en su día a día laboral.
Cierto es que estas empresas habitualmente incluyen docentes de diferentes especialidades como colaboradores en los equipos de trabajo para desarrollar sus nuevos productos, pero es chocante que las personas que ostentan el poder decisorio de las mismas desconozcan en gran parte el ecosistema sobre el cual convivirán sus lanzamientos.

¿Cómo se deciden pues las características que tendrá un producto para un fin tan concreto?, ¿intuición?, ¿fiándose de opiniones cercanas? Da la sensación que estas personas suben cada 15 días a una solitaria montaña, se sientan en posición de flor de loto y dejan que en su cabeza florezcan las ideas que marcarán nuestro futuro tecnológico-educativo. Amén.

¿Esto a donde nos lleva? En el caso general, a que habitualmente se desarrollen dispositivos que no están adaptados a la necesidad latente y, en muchos casos, requieran un esfuerzo excesivo al usuario final para el que no tiene porqué estar preparado.

¿Y si el profesor no sabe utilizar su novedosa tablet? Lo coherente sería pensar que el problema está en el producto, no en el profesor por no saber utilizarlo, se supone que es responsabilidad del fabricante hacer productos adaptados. “Mis productos no son para este tipo de docente, sino para uno más avanzando” es un mantra clasista que se suele escuchar a menudo, cuando lo más correcto sería eliminarlo y hacer propósito de enmienda para la próxima vez.

Por mucho que los trabajadores de empresas de Silicon Valley les haya dado por llevar a sus hijos a colegios donde está prohibida la tecnología, está claro que la misma tiene que estar presente en las aulas. En el fondo, se trata de algo tan instaurado en nuestra realidad social que tratar de acotarlo no deja de ser un ejercicio repetitivo de puesta de vallas al campo.
No obstante, el modelo a llevar a cabo siempre ha de ser desde la construcción evolutiva en base a realidades como las que ocurren cada día en nuestros centros, no en suposiciones imaginativas que vengan a desenchufar lo presente y enchufar algo nuevo que supuestamente va a solucionar todos los problemas, cuando la verdad es que ni se ha parado a preguntar sobre posibilidades de solución a quien los tiene.

Es importante que toda adaptación tecnológica se lleve a cabo desde el conocimiento en profundidad de la realidad educativa sobre la cual se va a introducir esta capa transversal. Nunca perdiendo el concepto que un ordenador en lugar de un libro en papel, no deja de ser una cambio de herramienta y no un fin en su mismo. Un potentísima herramienta, pero eso: una herramienta (más).
Hay que volcar esfuerzos en gestionar el cambio hacia un enfoque que colaborativamente construya ideas . Entendiendo esa gestión como un camino edificante entre los diferentes agentes (alumnos, docentes, familias, centros educativos y empresas tecnológico-educativas), siendo el camino como en otras tantas facetas, el propio fin. Por supuesto que existirán problemas, es lo que tiene enfrentarse a algo en gran parte desconocido, pero se superarán con soluciones que equilibren las necesidades de las partes. Y cierto es que en esta constructiva senda, Extremadura tiene una parte importante recorrida. El mañana es hoy, pero pensemos en presente continuo siempre.

Temas

Tecnología y educación

Sobre el autor

Hablar de Ángel L. González es hablar de tecnología y educación, así como del camino que las conecta: E-Learning. Actualmente es Jefe de Proyecto en eScholarium, iniciativa extremeña que busca evolucionar digitalmente los colegios e institutos de la región. En su blog, podemos conocer como afectan las tendencias tecnológicas tanto a la Educación como a nuestro día a día. Haciendo ver todo lo que nos pueden ayudar y enfocando su aplicación desde la sencillez, utilidad y necesidad. Trazando pinceladas pedagógicas para la educación del futuro, basadas en los retos a los que ya se enfrenta el alumno del presente. Aprendiendo a aprender.


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