El 16 de diciembre de 2017 el Bitcoin marcó máximo histórico en 19.345 dólares. En los once primeros meses del año había multiplicado por 19 su valor y se había convertido en la divisa virtual de referencia. Desde entonces el Bitcoin se ha desplomado un 75%… y peor suerte aún han corrido otras criptodivisas.
Siempre que tenemos la oportunidad, hemos tratado de advertir del gran riesgo que entraña la inversión en estos activos. Por su enorme componente especulativo, por su opacidad, por no contar con el respaldo de ningún país o entidad solvente y en definitiva, porque, hoy por hoy, no deja de tratarse de un experimento en fase inicial, experimento que de no consolidarse acarreará más de un quebradero de cabeza a incautos “caza gangas”.
Lo hemos dicho por activa y por pasiva: la inversión en criptodivisas es una inversión de altísimo riesgo y no tiene ni el control ni el “plácet” ninguna entidad seria.
Hace años Ruiz Mateos garantizó una millonaria emisión de Pagarés con unas barricas de brandy. En la España en blanco y negro de los años 40 y 50 fue el timo del “tocomocho” el que cautivó a miles de ilusos ávidos de fortuna fácil. “Tocomocho”, Pagarés de Ruiz Mateos, Sofico, Forum, Madoff… todas ellas estafas que dejaron una legión de ingenuos inversores arruinados. Bitcoin no es muy distinto. Más sofisticado, más virtual, más “cool”, pero lo mismo: aire.