Decíamos en nuestra última crónica que Gobiernos, instituciones económicas y los principales bancos centrales, se habían conjurado para tratar entre todos de sortear una crisis económica (derivada de una sanitaria) con serios visos de ser la mayor de los últimos 50 años… si no se ataja con rapidez. En tres semanas dramáticas -no vamos nosotros a entrar en los efectos médicos y humanos de una pandemia que mantiene confinado en sus hogares a un tercio de la población mundial, provocando miles de víctimas mortales- las bolsas se han desplomado, sufriendo caídas que en muchos casos han superado el 40%, descontando los inversores -en sus previsiones más negativas-una contracción del PIB que podría superar incluso los dos dígitos en algunos países, algo que solo pensarlo, nos hiela la sangre.
Pero al menos, estas acciones concertadas de todas las “fuerzas vivas” han conseguido frenar la hemorragia de los mercados, aunque sin lograr trasladar un ápice de tranquilidad, como quedó meridianamente claro en la sesión del pasado viernes, al cerrar todas las bolsas con fuertes bajadas.
Ciñéndonos a lo ocurrido en el parqué, el saldo es más que notable: el Ibex, que se había dejado desde mediados de febrero un 40%, recuperó esta semana un 5´19%; mejor aún fueron las cosas en Fráncfort, París y Milán, con avances que rondaron el 8% y mejor todavía en Wall Street, donde el Dow Jones (+14%) se anotó el miércoles la mayor subida desde 1933.
En Madrid, el papel siguió presionando en valores como Acciona y Aena que se dejaron un 14´29% y 15´99% respectivamente, mientras el dinero apostó con más fuerza por MasMovil (23´52%) y Cie Automotive (24´78%).
El bono español, que en los momentos más tensos de la crisis se disparó hasta rozar el 1´25%, cerró el viernes en el 0´52, estrechándose la prima de riesgo hasta los 100 puntos básicos. El euro se apreció más de un 4% en su cambio con el dólar y finalmente destacar que el barril de Brent de desmoronó otro 14% en los mercados de crudo.
Es tal el estado de shock que azota al mercado, que nadie quiere hacer cábalas, llamadas posiblemente al más estrepitoso fracaso. Si los analistas bursátiles son mucho más recordados por sus errores que por sus aciertos, en esta coyuntura tan extremadamente compleja, atinar es aún más complicado. Pero la situación es tan grave que todos tenemos ahora otras prioridades que no la evolución en uno u otro rumbo de unos índices muchas veces caprichosos. Solo hay un objetivo: invertir la curva de mortandad del dichoso coronavirus, cueste lo que cueste. Única prioridad.