Decíamos en nuestra última crónica que los principales Bancos Centrales, los más prestigiosos institutos económicos y las primeras potencias del mundo, se habían conjurado para frenar la hemorragia que sufren los mercados bursátiles, hemorragia que se ha traducido en un primer trimestre de año con el peor saldo histórico (-22%).El apoyo institucional, que había conseguido  la semana anterior que el Ibex  ganase más de un 5%, no fue suficiente para mantener los números verdes esta última, porque como ya intuimos estas medidas se trataban tan solo de un “torniquete”. La herida estaba abierta y con un pronóstico nada favorable.

Así las cosas, los inversores afrontan con muchísimo recelo el corto plazo, recelo que no hizo sino incrementarse con el aluvión de referencias macro -todas ellas muy negativas- que llegaron al parqué de uno y otro lado del Atlántico. El lunes se inició la “paralización económica” del país al suspender el Gobierno toda actividad “no esencial”; el miércoles Trump anunció dantescas consecuencias del coronavirus en EEUU; el jueves se publicó en España una cifra verdaderamente desoladora: 302.000 parados más y 834.000 empleos destruidos; el viernes el desempleo estadounidense encendió todas las alarmas… y, además, todos estos datos se conocieron con la mayoría de las agencias de calificación revisando a la baja el rating de países y compañías cotizadas.

Las bolsas, no obstante, redujeron su volatilidad y aunque prácticamente todas cerraron en rojo, las pérdidas sólo fueron mayúsculas en Tokio (- 8%).  Aquí, nuestro principal indicador se dejó un 2´9% y dos “grandes” -Repsol y BBVA- pusieron la cara y la cruz en el parqué: el banco vasco se dejó un 11´35% y la petrolera se revalorizó un 12´43%.

Subidas espectaculares del bono en los mercados de deuda y del barril de Brent en los de crudo. En los primeros el bono a diez años se fue hasta el 0,73 y el  petróleo se disparó a los  32,66 dólares, tras el posible acuerdo entre Arabia Saudí y Rusia para frenar la guerra de precios, reduciendo la producción.

Coinciden muchos analistas -y nosotros con ellos- en que las consecuencias de esta crisis serán devastadoras. Lo son ya desde un punto de vista humano y sanitario, pero también está teniendo una repercusión económica de enorme envergadura. No en vano estamos inmersos, sin duda, en la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Solo por buscar algo positivo, es justo también señalar que como indican estos mismos expertos, la salida de esta crisis debería ser mucho más rápida que otras, sobre todo si logramos atajar antes del verano esta “maldita” pandemia. Tenemos que atajarla como sea.