El viernes cerraron las bolsas uno de los ejercicios mas complicados de los últimos años. Tal vez el más complicado. Tendríamos que remontarnos a la quiebra de Lehman Brothers en 2008 – y la crisis bancaria que se desató a raíz de la caída del banco estadounidense- para encontrar un escenario tan hostil. Entonces, el hundimiento de Lehman colocó contra las cuerdas a todo el sector financiero y sus efectos todavía colean hoy. Esta vez ha sido una pandemia -el Covid- la que se propagó vertiginosamente desde China al resto del mundo, con consecuencias devastadoras tanto económicas como sanitarias.

Aunque los efectos de esta pandemia han sido muy desiguales, sus consecuencias se han dejado sentir, en mayor o menor medida, en todos los países. Aquí en particular, nuestra economía se mostró especialmente vulnerable con los ERTE, cierres masivos y desempleo, deuda y déficit disparados. Solo la aparición en la recta final del año de hasta siete vacunas que podrían ser eficaces contra el virus, frenaron una presión del papel que apuntaba a resultar asfixiante. El Ibex -a la cola de Europa- cerró el año perdiendo un 15%… pese a registrar en noviembre su mayor subida mensual desde su creación, paradoja que da idea de la enorme volatilidad que hemos vivido estos 10 últimos meses.

El papel se cebó con dos sectores: el turístico y el financiero y así los dos valores más castigados del selectivo fueron la aerolínea IAG y el Banco Sabadell, que se dejaron respectivamente un 74´65% y 64´77%; por contra, el dinero entró con fuerza en las compañías ligadas a las energías renovables y en particular mostró sus preferencias por Siemens Gamesa y Solaria, revalorizándose la primera un 102´50% y un 233´82% la segunda.

En el exterior, pérdidas similares a las nuestras en Londres (penalizado el FTSE por la consumación del Brexit) y más moderadas en París y Milán. Ganancias en Frankfurt, Tokio y Nueva York, especialmente cuantiosas las del índice tecnológico Nasdaq (próximas al 50%).

Para paliar la crisis, los bancos centrales inundaron de liquidez los mercados, sosteniendo unas economías al borde del colapso. Esta laxitud permitió al bono español cerrar en mínimos históricos, pagando el Tesoro por las obligaciones a diez años un raquítico 0’04%. El euro ganó terreno al dólar y se fue hasta las 1’22 unidades, apreciándose en el ejercicio casi un 10%; mientras, el petróleo se desplomaba en los mercados de crudo ese mismo porcentaje.

Aunque las vacunas confirmasen su eficacia, nos espera un  2021 muy complejo. Todo es muy impredecible…aunque será difícil que sea peor que este nefasto 2020. Adiós 2020, adiós