Hace dos semanas tuvieron lugar las últimas reuniones anuales de los principales bancos centrales.

La Reserva Federal estadounidense fue la primera. Las declaraciones de su presidente Jerome Powell, animaron a las bolsas tanto de uno como del otro lado del atlántico, tras ofrecer una imagen optimista sobre la economía norteamericana y asegurar una tasa de desempleo mucho más baja. Powell confirmó que reducirá el ritmo de compras mensuales de bonos en 20.000 millones de dólares al mes y en 10.000 millones la de valores de la agencia de EEUU para finalizarlas definitivamente en marzo de 2022, en lugar de en junio como estaba previsto. Con respecto a los tipos de interés, que ahora están en el 0´25%, apoya realizar la primera subida en junio de 2022 y cinco aumentos más durante 2023 y 2024 (un total de seis subidas en 2 años hasta el 1´625). Aunque a priori puede parecer una fuerte subida, no podemos olvidar que entre 2004 y 2006 la Fed hizo 17 incrementos consecutivos. Con todas estas medidas, pretenden contener las presiones inflacionistas actuales, ya que la economía estadounidense tiene actualmente un IPC del 6´2% (nivel máximo en 30 años).

Si el miércoles 15 se conocieron las medidas de la primera economía mundial, el jueves fue el turno tanto del BCE como del Banco de Inglaterra. Este último, fue el primero en elevar los tipos de interés 15 puntos básicos, realizando así la primera subida desde agosto de 2018, subida que no se esperaba hasta febrero de 2022. La entidad presidida por Andrew Bailey tiene previsto realizar tres más el año que viene. La economía de Reino Unido tiene una inflación del 5´1% (su nivel más alto desde 2011), y la escasez de trabajadores y bienes derivados del Brexit amenazan con fortalecer aún más esta inflación de forma sostenida, por lo que con la subida de tipos pretende fortalecer la libra, lo que reduciría el precio relativo de las importaciones y un alivio para la inflación.

Mientras, aquí el Banco Central Europeo, elevó la compra de activos en 2022, ya que considera necesaria la acomodación monetaria para estabilizar la inflación al 2% a medio plazo y su presidenta Christine Lagarde revisó a la baja su pronóstico de crecimiento de la eurozona para 2022, mientras que mejoró el de 2023. Desde el BCE, esperan una inflación del 2´6% en 2021, un aumento al 3´2% en 2022 y que en 2023 y 2024 se relaje hasta el 1´8%. Por ahora, mantiene sin cambios los tipos de interés de referencia en el 0% y los de facilidad de depósito en el -0´5%, y ven improbable una subida de tipos el año que viene.

La semana terminó con la reunión del Banco de Japón, que anunció que comenzará a retirar los estímulos de la pandemia gracias a la mejora de la situación financiera del país, reducirá sus compras de deuda a partir de abril y terminará con las ayudas a grandes empresas (aunque extiende durante un periodo de 6 meses su apoyo a la financiación de empresas por el COVID enfocado a las pequeñas y medianas empresas), todo ello manteniendo su política de tipos negativos (-0´1%). También confirmó la adquisición de deuda pública sin límite máximo para mantener en torno a “0” el rendimiento del bono a diez años. Mientras el BCE y la Fed tienen una inflación disparada, la tercera economía mundial lleva décadas con un IPC prácticamente plano, a pesar del enorme paquete de medidas de flexibilización monetaria que tiene implantado desde 2013.

Por último, el Banco Popular de China se reunió el pasado lunes 20, anunciando una bajada de los tipos de interés de los préstamos por primera vez desde que comenzó la pandemia desde el 3´85% hasta el 3´80% y mantuvo el referente a 5 años sin cambios desde el mes anterior en el 4´65%. Además, resaltaron que el mayor objetivo del próximo año debería ser la estabilidad y concluyeron que “las políticas monetarias prudentes deben ser flexibles y apropiadas, y la liquidez debe mantenerse en un nivel razonable”.

En manos de los distintos bancos centrales esta la salida de esta crisis financiera. Dejémosles trabajar. Ellos saben.

Pilar Bardají (Bardají&Asociados)