El Ibex encadenó este verano su peor racha histórica, acumulando el jueves doce caídas consecutivas, lastrado por todo un cúmulo de referencias negativas entre las que destaca la fortísima subida de los precios en todas las economías occidentales, subidas que han llevado la inflación a cotas no vistas en los últimos cuarenta años y que mantienen en vilo permanente a todos los inversores. Cierto que los precios venían desde hace meses marcando una acusada tendencia alcista, pero -sin duda- fue la invasión rusa de Ucrania lo que acabó por desestabilizar los mercados.

El selectivo, que el verano pasado cotizaba holgadamente por encima de los 9.000 puntos, cerró el viernes en los 7.932 enteros. Esta ultima semana apenas los bancos lograron esquivar las pérdidas, cebándose el papel con los valores mas expuestos al nuevo escenario de alta inflación y tipos de interés por las nubes. Entre este grupo de cotizadas, la peor parte se la llevo Solaria, cuyas acciones se desplomaron un 14´84%, tras ser víctima de los fondos bajistas al conocerse las desinversiones de la familia Diaz Tejeiro (fundadores del grupo). Volviendo al terreno positivo -y en particular al buen comportamiento del sector financiero- mención especial para Caixabank y Sabadell que se revalorizaron respectivamente un 5´24% y 6´26%.

Tendencia muy similar a la de aquí la que se vivió en las principales plazas foráneas, con caídas en todos los casos rondando el 1%.

Ciñéndonos a estas últimas cinco jornadas, muy pocas diferencias en los mercados de divisas y bastante más apreciables los cambios en los de deuda y petróleo. En los primeros, euro y dólar siguieron anclados en la paridad; en los de bono, la rentabilidad de las obligaciones españolas a diez años se fue hasta el 2´71%, registrando una subida en doce meses superior al 700%!!!; mientras en los de crudo, el barril de Brent se alejó de los 100 dólares y cayó hasta niveles de diciembre del pasado año.

Afrontamos el otoño más duro en décadas. Con el IPC por encima del 10%, con el gas natural en máximos de los últimos veinte años, con la deuda pública superando el billón y medio de euros, con la tasa de paro doblando a la media europea, con los recibos de luz y gasolina descontrolados y con la amenaza de nuevas subidas de tipos de interés que podrían acabar asfixiando a unas economías claramente sobreendeudadas, tanto a nivel público como privado. Todo ello configura un escenario verdaderamente diabólico.

Venimos insistiendo semana tras semana que llegan tiempos difíciles. Se avecina una tormenta de grandes dimensiones. Lamentablemente, poco o nada hemos aprendido desde la anterior crisis financiera. Aquella crisis la “tapamos” con deuda, pero el margen ahora es mucho más escaso.