Lejos de despejarse, el panorama se complica y, además, se complica mucho. Como si de una sola entidad se tratase, los principales bancos centrales han acelerado esta semana sus estrategias monetarias, incrementando los tipos de interés que tienen fijados como referenciales, intentando así frenar una inflación que amenaza de forma muy seria a la economía mundial, llegando a alcanzar en algunos países tasas por encima del 10% (caso de España). El miércoles, la Reserva Federal estadounidense elevó un 0´75% el precio del dinero en EE.UU. hasta el 3´25%, su nivel más alto desde la crisis financiera de 2008, sin descartar que antes de fin de año los suba hasta el 4´25%. Europa no tardó en sumarse a esta tendencia y los mercados secundarios de deuda y divisas, reaccionaron a la medida de Powell con fuertes repuntes en sus precios los primeros y bajando la cotización de nuestra moneda a plomo, dejándose más de un 2% y marcando mínimos históricos, muy lejos ya de la paridad con el billete verde.
Con tantísima incertidumbre, las bolsas respondieron como cabría esperar: registrando todas ellas fuertes recortes, desde Oriente (donde el Hang Seng se desplomó más de un 4%) hasta Wall Street (cuyos principales índices cayeron más de un 5%) pasando por todas las europeas (que promediaron descensos superiores al 4%).
El Ibex se dejó en las últimas cinco sesiones un 5´02% y acumula ya en lo que va de ejercicio pérdidas del 13%, después de haber llegado a tocar el lunes el nivel de los 8.000 enteros. El peor saldo del parqué fue para tres valores de mediana capitalización: la constructora Merlin, la farmacéutica Grifols y la compañía de renovables Solaria que se hundieron respectivamente un 12´08%, 14´44% y 14´72%. El dinero solo mostró interés por el sector financiero y así Bankinter y Sabadell lograron terminar en verde, anotándose mejoras del 1´77% en el caso del primero y del 5´28% en el del banco catalán.
El barril de Brent (que hace apenas seis meses cotizaba por encima de los 120 dólares) se desplomó hasta los 85$, lastrado tanto por los temores de recesión como por las amenazas de Putin de utilizar su poderoso arsenal nuclear contra Ucrania.
La decisión del Gobierno de crear una nueva tasa a las grandes fortunas (tributo que, en principio, solo afectaría a los residentes fiscales en aquellas comunidades que hubiesen suprimido el impuesto de patrimonio) presenta muchísimas dudas entre los expertos sobre su eficacia, legalidad y viabilidad. No siempre una mayor carga impositiva implica una mayor recaudación. A los muy, muy ricos les resulta fácil eludir estos impuestos con estructuras fiscales eficientes. Mejor harían en combatir el fraude fiscal… y en gastar el dinero público con mucha más racionalidad.