Se complica -y mucho- el panorama. La pandemia no remite y la situación de parálisis que están viviendo todas las economías empieza a adquirir tintes dramáticos. Esta situación se ve además agravada por el temor, más que fundado, a nuevos rebrotes en los contagios, cuando ningún sistema sanitario se ha recuperado aún del estrés al que les sometió la súbita aparición del coronavirus.
Todos los países están aplicando medidas muy similares (aunque es cierto que no las empezaron a implementar al mismo tiempo, y de ahí que sean muy distintos los efectos que esta crisis está teniendo en unos u otros) pero parece claro que ni las laxas políticas monetarias, ni las tímidas reformas estructurales, ni los apoyos puntuales a los sectores más perjudicados y menos aún, los cambios fiscales que se están filtrando, parecen servir para frenar el descomunal tsunami que se nos ha venido encima. No pasan de ser meros “parches” con los que querer contener una hemorragia brutal.
La situación es de máxima gravedad. Todos los Estados, organismos y agencias de calificación están revisando a la baja (muy a la baja) las previsiones que hicieron hace apenas un par de meses y empiezan a descontar una recuperación mucho más lenta de la inicialmente prevista. Sin ir más lejos, esta misma semana la FED apuntaba en esa dirección. También se especulaba con que multinacionales de automoción como Nissan o Renault, deslocalizarían algunas de sus fábricas en España, para reubicarlas en Asía, Reino Unido y Francia.
Para añadir aún más tensión, se está recrudeciendo la guerra comercial USA/China y no parece que vaya a ser fácil conciliar ambos intereses en el momento actual, con las posturas de las dos superpotencias completamente enfrentadas y el riesgo añadido de que buena parte de la ingente deuda mundial está en manos del Gobierno de Pekín.
Afortunadamente el Tesoro, en tan incierto contexto, consiguió financiarse a tipos de interés negativos en las subastas de letras a 3 y 6 meses que celebró el martes, haciéndolo en el primer caso al -0’45% y en el segundo al -0’30%.
¿La bolsa? Rematadamente mal. El Ibex se dejó un 4´54%, en línea de lo que hicieron las principales plazas europeas. Castigo muy severo para IAG y Arcelor, que se hundieron respectivamente un 15´71% y un 22´93% y dinero solo para el sector eléctrico, en donde Red Eléctrica (+1´42) y Enagás (+3´64) estuvieron en el vagón de cabeza. El lunes arrancará el selectivo desde los 6.474 puntos y las pérdidas que acumula en lo que llevamos de 2020, superan ya el 32%. Una pesadilla. La que estamos viviendo… y la que nos queda por vivir.