Inflación y guerra. Estas dos palabras han marcado el paso bursátil en un 2022 lleno de incertidumbre. La invasión rusa de Ucrania a finales de febrero, hizo saltar todas las alarmas imaginables entrando el mundo en un conflicto frontal, cuyas consecuencias no podemos aún siquiera calibrar ya que permanecen abiertos muchos frentes, frentes todos ellos de gran calado y que podrían complicar aún mucho más el corto y medio plazo bursátil.
El Ibex, que llegó a rozar a mitad de año los 9.000 enteros, estuvo solo cuatro meses después a punto de perder los 7.000, terminando finalmente por mantener con holgura el soporte de los 8.000.
Con la sola excepción de Londres (que se anotó un avance tan pírrico como meritorio de apenas un 1%), el selectivo fue una de las plazas que mejor se comportó, dejándose un 5% frente a unas caídas en torno al 10% que registraron los principales índices europeos y un comportamiento relativo mucho más favorable de Wall Street, donde el tecnológico Nasdaq se dejó más de un tercio de su capitalización.
Volviendo al parqué madrileño mención especial para los valores bancarios en general y Sabadell y CaixaBank en particular, que se revalorizaron ambas alrededor del 50%. La otra cara de la moneda la ofrecieron la farmacéutica Rovi y la fabricante de piscinas Fluidra, que tras un 2021 espectacular corrigieron sus precios en 2022, con caídas de ambas compañías por encima del 50%.
El euro, cedió terreno con el dólar (más de un 6%) llegando a perder la paridad con el billete verde en algunos momentos del ejercicio, mientras lo recuperó con la libra esterlina, con la que se apreció más de un 5%.
El año que acabamos de cerrar ha sido desolador en los mercados cripto, generando un verdadero terremoto la quiebra de una de las plataformas más activas en el mundo virtual (FTX). Esta inestabilidad provocó el desplome en la cotización del bitcoin, perdiendo dos tercios de su valor. Venimos meses advirtiendo sobre la extrema volatilidad de unos mercados que, sostenidos mayoritariamente por una desenfrenada especulación, llevó en apenas un par de años a la criptomoneda más popular (el bitcoin) a superar los 60.000 dólares, careciendo de la mínima lógica cualquier justificación para tamaña revalorización.
Este 2022 ha sido también intenso para la deuda. El bono español terminó 2021 con una rentabilidad del 0´5% y doce meses después lo ha hecho en el 3´5, una subida superior al 500%, subida que compromete seriamente a una economía tan endeudada como la española, con millones de hogares atrapados por unas hipotecas ligadas a la evolución de un euribor que se encuentra en máximos de los últimos 14 años y un Estado hiper asfixiado por una deuda galopante que nos aboca al pago de unos intereses escalofriantes.
El petróleo, que en febrero coincidiendo con la invasión rusa de Ucrania, se disparó por encima de los 120 dólares, acabó el ejercicio muy lejos de los máximos anuales, mostrándose eficaz la medida que adoptaron países como el nuestro, que acordaron “topar” el precio de algunas materias primas como el propio petróleo o el gas natural.
El factor más desestabilizador de todos los datos macro conocidos este 2022 ha sido la inflación, que se ha disparado a niveles cercanos a los dos dígitos en la mayoría de países occidentales, con el precio de la luz y el gas alcanzando niveles estratosféricos. Tensiones que no tardaron en trasladarse de inmediato a los mercados monetarios, donde los tipos de interés se han estresado de forma preocupante, obligando a los distintos bancos centrales a endurecer severamente sus políticas monetarias con hasta siete subidas consecutivas de sus tipos oficiales en el caso de la Fed y a elevar el precio del dinero el BCE hasta situarlos en el 2´5%, nivel que tenía en 2008.
El aumento de casos Covid en China en estas últimas semanas complica seriamente un medio plazo bursátil que ya se presentaba tremendamente incierto. De no atajarse, podríamos encontrarnos ante un “déjà vú” de lo vivido en febrero de 2020. Sería dramático. Cierto que hoy estamos mucho más preparados sanitariamente para afrontar un hipotético rebrote de la pandemia, pero también es verdad que todas las economías occidentales -y particularmente la nuestra- tienen unos niveles de endeudamiento que no permiten ya profundizar mucho más en esa vía.
Podemos ver el vaso medio lleno o medio vacío. Si queremos ser optimistas, tenemos argumentos: somos uno de los países europeos que está creciendo a mayor ritmo, tenemos la menor tasa de paro de los últimos doce años y la curva de precios parece doblegarse. Pero también es cierto que tenemos una deuda apabullante, un déficit preocupante, una tasa de desempleo que dobla a la media europea y según la propia Comisión Europea y algunos de los institutos más prestigiosos, el crecimiento del PIB español en 2023 no alcanzará siquiera el 1%.
Como ya es costumbre, el banco danés Saxo Bank publicó esta última semana su particular lista de “cisnes negros”, que se corresponden con acontecimientos económicos improbables que en caso de producirse tendrían efectos devastadores. Entre ellos: el oro se dispararía hasta alcanzar los 3.000 dólares, Reino Unido celebraría un nuevo referéndum sobre el Brexit o la OPEP+ abandonaría el FMI. Solo nos faltaría ya la aparición de algún “cisne negro”!!!