El pasado viernes se cumplieron 15 años de uno de los días más negros del capitalismo moderno. El 15 de septiembre de 2008, quebró Lehman Brothers.
La firma fundada en 1850 llegó a convertirse en la cuarta banca de inversión más importante del mundo (con activos por más de 639.000 millones de dólares en sus carteras y más de 25.000 empleados).
Durante los años previos a esta crisis, a pesar de que los precios de las viviendas experimentaran un fuerte incremento, las hipotecas eran concedidas a tipos de interés bajos, a clientes con un historial crediticio muy deficiente y sin exigir prácticamente ninguna garantía, ya que EEUU se vio obligado a bajar los tipos de interés del 6´5% al 1% tras los atentados del 11-S y el estallido de la burbuja tecnológica “dotcom”. Esto parecía no suponer ningún problema para el sistema financiero. Además, a partir de estas hipotecas se crearon productos financieros complejos que, en principio, tenían un bajo riesgo y elevada rentabilidad. Lehman fue uno de los bancos que más invirtió en este tipo de activos.
Sin embargo, en 2007 comenzó a bajar el valor de las viviendas… y el precio del dinero subió hasta el 5´25%. Penalizando a las entidades por la tipología de clientes a los que le habían aceptado dichos préstamos, muchos de los deudores no pudieron hacer frente a estas obligaciones de pago y consecuentemente, degradando las emisiones de deuda y tendiendo los activos a valer “0”.
Toda esta casuística fue la que llevó a la quiebra al banco estadounidense, que el lunes 15 de septiembre tuvo que declararse en bancarrota, a pesar de la reunión de urgencia del viernes 12 entre el entonces secretario del Tesoro (Henry Paulson) y el presidente de la Fed (Ben Bernanke) que intentaron sin éxito evitar el colapso sistémico que derivó de esta quiebra.
Lehman Brothers fue el más perjudicado junto a la aseguradora AIG, aunque no fueron los únicos. Bancos de primer nivel como Bank of América o Merrill Lynch tuvieron que ser rescatados, incluso llegando a intervenir el Gobierno para tomar el control de Fannie Mae y Freddie Mac (dos de las principales empresas hipotecarias).
A raíz de estos sucesos -y para solucionar la desregulación bancaria de los años 80 y 90 confiada de un mercado eficiente- las autoridades monetarias endurecieron los requisitos para la concesión de créditos, creando los famosos “Test de Estrés” para mitigar los efectos de una recesión, no solo financiera si no también económica (provocó un fuerte aumento del desempleo y una caída de la producción y el comercio) siendo la mayor crisis desde la depresión de 1929. Centrándonos en Europa, el BCE evitó el colapso -pero no la crisis- de países como Grecia y España, que necesitó en 2012 un rescate financiero de más de 100.000 millones de euros.
Esta situación arrastró a las bolsas mundiales, que en tan solo 6 meses se desplomaron más de un 40% de su capitalización… aunque a día de hoy la mayoría de ellas han recuperado todas las pérdidas (con la salvedad del Ibex, que sigue más de un 10% por debajo de esos niveles).
Aunque la situación actual parece tener similitudes, algo hemos aprendido de lo que ocurrió hace más de 15 años. Buena prueba de ello es el comportamiento que están teniendo los mercados tras la quiebra el pasado marzo de la entidad americana Silicon Valley Bank; solo dos meses después First Republic Bank tuvo que ser rescatada por JPMorgan y aquí, en Europa, la compra de Credit Suisse por UBS tras declararse la entidad suiza en suspensión de pagos.
Aun así, ahora EE.UU. está centrando el foco en la banca mediana para intentar asegurarse que no haya nuevos casos como el ocurrido con First Republic.
Parece que ahora los reguladores han aprendido la lección. Después de 15 años -y cientos de quiebras a sus espaldas- los controles son mucho más efectivos.
Pilar Bardají y Paula Álvarez (Bardají&Asociados)