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José Moreno Losada

De lo divino y lo humano

“Je suis humain”

Ojo por ojo y todo el mundo será ciego…

Comenzamos la pascua cristiana, y el marco se abre con sangre y dolor en Bruselas, el deseo de la paz se vuelve urgente y doloroso, ¿pero, de verdad, deseamos la paz auténtica de la que habla el Evangelio, la que trae Jesús de Nazaret, el crucificado que perdona?

La realidad, con este último hecho,  nos habla más bien de venganza y de violencia de un modo estructural y ambiental en nuestro mundo y en nuestra sociedad. Los datos nos hablan de un mundo en guerra y el Papa Francisco, proféticamente  lo viene denunciando  y llamando a la conversión, por eso nos habla de misericordia. En la Navidad nos ha hablado de un río de miseria y de violencia que  asola el mundo, cuestionó de esta manera: “¿Cómo es posible que perdure la opresión del hombre contra el hombre, que la arrogancia del más fuerte continúe humillando al más débil, arrinconándolo en los márgenes más miserables de nuestro mundo?”. Estamos viviendo desde la ofensa y la venganza, por eso podemos hablar de  un mundo en guerra: la guerra de Siria, la del África subsahriana (Sudán del Sur, República centroafricana, Etiopía, Uganda, Congo), en la zona de Asia y el Pacífico, en América Latina (especialmente Colombia), en la zona De Oriente medio y el norte de África; y, finalmente, en Europa  con los refugiados (Ucrania). Desde principios de siglo no había en el mundo un mapa de conflictos tan extenso y con tantos fuegos abiertos a la vez como el que tenemos en el presente. En el fondo de todos los conflictos está siempre la ofensa, los que se sienten ofendidos por los otros. Ya el adagio nos habla que si nos movemos desde la ofensa la marea de la violencia será imparable y la paz será imposible.

La ofensa se adentra en el corazón del hombre e invita al rencor para permanecer unido a él. Cuando eso ocurre la muerte se apodera de lo humano, y  acaba con el otro  que me ha ofendido al mismo tiempo que acaba con la bondad y la paz del que se venga. Cuando eso ocurre las sociedades se vuelven poco humanas y habitables, la sospecha, la desconfianza, la frialdad, la indiferencia, la lejanía se apoderan de los sentimientos y nos hacemos cada vez más cerrados e individualistas en todos los ámbitos: políticos, regionales, económicos, sociales, familiares, religiosos, deportivos… podemos decir de algún modo que la ofensa por la ofensa acaba con todo, da muerte a todos los que se adentran en ella con el rencor. Las heridas son enormes y el sufrimiento se extiende y se universaliza como una marea imparable, así se generan los ríos de miseria y sufrimiento humano.

Como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…

Siguiendo al Evangelista Lucas, cada vez que rezamos con la oración propia de los cristianos, pedimos a Dios el perdón de nuestros pecados, de nuestras ofensas con respecto a El, pero también añadimos lo que ha de ser nuestra especificidad de seguidores de Jesús en medio del mundo :”así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Presentamos nuestro deseo de perdonar toda ofensa y toda injuria recibida en nuestra vida. El perdón, en primer lugar, de las ofensas que los “hermanos” nos hacen “siete veces al día”: “Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, le perdonarás” (Lc 17,3-4). Pero no sólo a los hermanos, sino “a todo deudor”, es decir, a los enemigos, a

quienes les odien, maldigan y maltraten (Lc 6,27-28; 6,22). El odio, la maldición y los malos tratos, las injurias y la proscripción “por causa del Hijo del hombre” es la deuda que deben perdonar los cristianos, como Cristo en la cruz les perdonó a ellos. Respondiendo al mal
con el bien, “serán hijos del Altísimo”: “Amad a vuestros enemigos; haced el bien y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los ingratos y perversos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso…. perdonad y seréis perdonados” (Lc 6,35-37). 

ORAR  desde la cruz y el atentado.

Rotos por el atentado de Bruselas, desde el Espíritu de la Pascua Cristiana el corazón se nos abre, guiados por el Papa Francisco, para mirar nuestra mundo y contemplamos junto  a él “un río de miseria y de violencia” que asola y hace sufrir a los humanos. Nuestro corazón necesita salir de la indiferencia y de la realidad envolvente de la dinámica de la ofensa, que hiere y nos deja siempre heridos. No queremos vivir desde la ofensa, deseamos acoger tu invitación paterna para entrar en tu corazón de misericordia y de perdón.  Queremos descubrirte en tu misericordia y desde nuestro corazón herido hoy te levantamos  nuestras súplicas de hijos pródigos, que deseamos volver a tu casa y ser de tu familia, entrando por la  puerta de tu perdón gratuito y amable. Queremos vivir a fondo tu obra de misericordia que nos invita a perdonar las ofensas y todas las injurias:

Enséñanos a saber acogernos a nosotros mismos en aquellos que nos duele y nos ofende de nuestras propias personas, aquello que no aceptamos con paz y nos lleva a ser ofensivos y violentos con los que nos rodean. Sánanos en nuestra propia soberbia y ayúdanos a reconciliarnos con nosotros mismos, a querernos como somos, a perdonarnos a nosotros mismos para saber perdonar a los demás. Que nunca olvidemos como supiste ponerte en la fila de los pecadores, con ternura, para adentrarte con todos en el Jordán y sentir caer sobre ti el agua del perdón y del deseo de la reconciliación personal y universal.

Descúbrenos como de la ofensa se sale por la vía de la humildad, que toma la iniciativa y hace del perdón el lugar del encuentro más allá del sentimiento ofendido. Que sepamos ver cómo siendo Dios, el santo, es el que se abaja, por amor humilde, y se acerca a la humanidad a traer un perdón, que no había sido pedido y que no fue reconocido por muchos. Ha sido la divinidad la que se ha acercado para hacerse misericordia, y ha aparecido en el mundo despojado y pobre, manifestando que necesita  El de la misericordia de los pecadores. Tú, en la  señal de un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre, nos invita a dar los primeros pasos para pedir perdón en la ofensa, haya venido de donde haya venido.

Haznos sentir tu perdón sin límites y la alegría de este poder de perdonar. Que sepamos mirarte en lo alto de la cruz, sanando a toda la humanidad y pidiendo al Padre nuestro perdón sin ningún límite: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Danos la alegría de tu Reino, la que muestra que hay más contento en el cielo por un solo pecador amado que se arrepienta que por miles, que siendo perfectos, no se han abierto a la vía de la compasión y del perdón fraterno. Ayúdanos a entender que el mayor poder que tú nos has dado, a través de tu Espíritu de resurrección, es el de poder perdonar todo, y que sabremos hacerlo cuando hayamos aceptado tu amor y tu perdón gratuito. Amén

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Sobre el autor

“Entre lo divino y lo humano, pero sin fronteras entre lo uno y lo otro, va deambulando mi vida de cada día, como la de todos. Me muevo como ciudadano de a pie en la ciudad secular, como hermano en medio del mundo y como oveja-pastor en el ámbito eclesial, y no soy más que puro intento de una identidad en estos caminos de lo humano y de lo divino. Abro este blog con el deseo de seguir siendo encuentro y, ojalá, para abrir los ojos, con todos vosotros, a lo trascendente y lo inmanente de nuestra historia cotidiana." Pepe Moreno Losada, nacido en Granja de Torrehermosa en 1958, ahora –ya mayor- sacerdote en Badajoz y profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Extremadura.


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