Somos tres
FELICIDADES.
Hoy mi hermano el pequeño, Maxi, cumple 56 años y siento el deseo de felicitarle expresando sentimientos de fraternidad vividos en nuestra familia, en especial entre los tres hermanos: Gabriel, el mayor, Pepe (yo), y Maxi (el menor).
Nuestros padres, nuestras vidas
No sé por qué no fuimos cuatro o solamente dos, pero el caso es que somos tres. Entiendo que cada uno vive la fraternidad de un modo original y único y que ninguna experiencia es repetible. En nuestro caso, padres sencillos de pueblo, Gabriel y Dolores, casados en Granja de Torrehermosa. De aquellos que se casaban con pocas cosas y el primer año lo pasaban en casa de sus padres, hasta que después se independizaban y buscaban su casita propia. Y normalmente iban ya con el primer hijo nacido en esa casa de los abuelos, en nuestro caso Gabriel, que creo que nació en una casa allá cerca del Cristo, porque fue después cuando los abuelos compraron la casa en la calle Cervantes, donde vivimos años con ellos, en su enfermedad y vejez, después ya quedamos allí nosotros. La casa humilde de la Calle de Guadalupe (Sevilleta, dijimos siempre de niño) fue la vivienda de nuestros padres, la propia, allí vine yo al mundo cuatro años después del mayor, y allí arribó a la vida el más pequeño, Maxi, dos años después, completando el trío de esta fraternidad original y única. Hoy hace 56 años que nació ese pequeño de color moreno, inquieto, impulsivo, vivaz, luchador, cariñoso, sensible, amigo, hermano…
Aquella casa de Sevilleta
Aquella casa ya en el recuerdo, fue nuestro mundo de infancia serena, sencilla y feliz. Allí nos sentimos queridos, reconocidos, valorados, y allí sufrimos, lloramos, nos castigaron, estudiamos. Aquella calle fue nuestra calle, nuestro reino, nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestros juegos, nuestras peleas. Una infancia donde vimos llegar el agua corriente, las llaves de la luz para apagarlas y encenderlas, la cocina de gas butano, el instituto libre adoptado del pueblo. En el que fuimos monaguillos, nos hartamos de moras en las huertas, nos bañamos en las albercas, hasta que llegó la gran piscina municipal… es como para ponerse a soñar.
La casa de los abuelos
Después nos trasladamos a vivir con los abuelos, en la enfermedad de la abuela, y ya quedamos con el abuelo hasta su muerte, y allí han muerto nuestros padres con esa casa de referencia en Granja, en la calle Cervantes. Donde también nos incorporamos a su vida y su ambiente con un cariño especial que no sigue uniendo a todos ellos, los vecinos –muchos ya en el recuerdo vivo y esperanzado-, como a una familia.
Todo esto con el amén de un sentido familiar de abuelos, tíos y primos, donde no había separación, ni límite. Una unidad añorada y sentida, que el tiempo nos ha ido robando y las opciones de vida tomada. Y esa casa como referencia de la urdimbre que venía de los mayores y todos sentían como propia.
En esa casa fue donde nos fuimos haciendo conscientes de las dificultades de la vida, cuando caían las canales y los padres no podían salir a trabajar, cuando el dinero no llegaba, cuando muchos salían en autobuses llenos a tope para Alemania de la calle central del pueblo y veíamos muchas lágrimas en muchos ojos, de los problemas y dolores familiares, muertes, rupturas…
Pero todo eso lo vivimos unidos y unidos nos adentramos en los vericuetos en los que cada hermano iba tomando posiciones para ser y hacer en la vida.
El mayor
El mayor rompiendo los moldes, haciendo el papel de más rebelde porque con él ensayaban, y arrojándose a trabajar temprano en la aspereza del campo en el pueblo, en los hoteles en Mallorca, para después deambular, hasta terminar en la gerencia de una empresa donde se ha jubilado. Tras casarse con Rafi, que fue ATS –de las primeras que se llamaban así- en Granja de Torrehermosa, y tener dos hijos Héctor , casado ya con Estela y padre de Paula, y Ana Belén que es ahora maestra de infantil y con ilusión de ser en un futuro una buena madre. Con un recuerdo entrañable de la casa de Cervantes y de los abuelos. Ahora cuida y nos une, ya muy tranquilo, sereno, generoso, bondadoso, atento, alegre…
El pequeño
Maxi, siendo el pequeño, ha sido el que más ha estado con los padres en la etapa más mayor de ellos, el más apoyo, aunque también, después de haber sido voluntario en la base militar de Talavera, muy chulino con su uniforme, se dedicó a trabajar muy duro durante toda su vida, ahora ya jubilado, en bares y restaurante. La mayor parte de los años en Mérida. Allí tuvo que ir a buscar trabajo, junto a Gabriel y Rafi, y después se unió a él Justi, de los que nacieron Sara y Maxi – el pequeño-. Sara nos regaló a la primera sobrina-nieta, Lidia, por lo que Maxi fue el primer abuelo entre nosotros siendo el más pequeño. Los dos hermanos viven en Mérida, y muchos días se pasean y toman el café juntos para darme envidia de su bienestar, aunque también “envidian” el mío. Por ser el más pequeño ha sido el más mimado y, también, el que más ha sufrido nuestras impertinencias de mayores, aunque, a veces aliado con el mayor, he sido yo, el del medio, el que me he llevado todos los palos, jejejeje…
El del medio
Yo con once años, gracias a mucha gente, me incorporé al Seminario de Badajoz y allí comencé una vida de estudios que todavía ando en ella, tras ordenarme sacerdote en el año 1981, ejerciendo el ministerio en distintos lugares, hoy en Badajoz.
Al día de hoy, mirando el proceso de nuestra fraternidad, es para dar gracias a Dios. Poder mirarnos y sentir el cariño y la entrega fecundada por mi padre y mi madre, nos llena de orgullo, de ternura y de cuidado mutuo, entre nosotros y para con los demás. Y le pedimos a Dios, a través de la Virgen de los Dolores y el Cristo del Humilladero, que nos mantenga unidos hasta el final de nuestras vidas. Pasado mañana que es el segundo aniversario de nuestra madre Dolores, nos uniremos para rezar por ella y por mi padre, y estaremos juntos abrazándonos y queriéndonos para mostrarles que lo que ellos nos dieron como el mayor regalo lo seguimos guardando: el ser hermanos.