Alegre: No es la preocupación sino el gozo lo que nos convoca a acercarnos al pueblo, la calle, la casa. LLegamos y gozamos con el trabajo bien hecho, la albañileria, electricista, pintores, limpieza…todo desde la confianza más absoluta y desde el cuidado y el interés de vecinos que miran con cariño lo que hacen y le hemos pedido.
El comercio: hoy hemos querido entrar en la casa de la tia Clauda, en su comercio, que hoy regenta el primo David, su hijo más queño, aquello nos recuerda a todos ellos y al tío Valentín. Allí estaban las medias lunas que siempre fue un jujo comerlas, pero estaban los vecinos con sus compras de cercanía, las de toda la vida… y hemos disfrutado en un momento, hemos celebrado la vida, y hemos hecho presente aquellos lazos de familiaridad, gozo y amistad, de ayuda mutua, que sembraron nuestros mayores, a los que seguimos queriendo y teniendo presente como me decía la vecina Magdalenita. El comercio del pueblo, el de la calle, no es el mercado.
La casa preparada y el deseo de volver más vivo: Un viaje largo, casi dos horas de ida y otras de vuelta… para estar dos o tres allí. Pero un día para compartir, querer, sentir, gozar, recordar, emocionarnos, saludar, alegrar, recibir, bendecir, agradecer, soñar, ilusionarnos, celebrar… y entender que hemos de volver. Nos queda mucho por ordenar y limpiar allí, por dentro de nosotros y por fuera. Allí hay algo que nos une y nos clave en la realidad de lo que somos y de donde venimos, desde ese algo, nos animamos para saber vivir y esperar con alegría y con ganas lo que cada día nos va regalando, porque la vida son cuatro días… y ya hemos vivido tres¡