He vuelto a ver y sentir “LO DIVINO DE LO HUMANO”
Ha vuelto a pasar. Este año he repetido, he participado como un fiel más en una liturgia divina de lo humano, en la gala de los premios GRADA. Y ha vuelto a ocurrir, allí estábamos en la “primera fila” y , desde ella, en la última “grada”, la que da acceso al cielo. Allí estaba una celebración de vida, esperanza, gracia, verdad, sentido, humor y amor, ilusión y alegría.
Yo recordaba el texto apocalíptico: “allí no hay llanto, ni luto, ni lágrima, ni dolor, sino alegría sin fin, porque el primer mundo ha pasado y el mar ya no existe”. Se trata de una celebración cuidada, en la que la buena noticia es el hilo conductor de toda ella, en la que se va intercalando el premio del reconocimiento, con relatos de humanidad y generosidad, de entrega total, y la gratuidad del arte hecho música, canto, humor, poesía. Los presentadores monitores que presentaban palabras de vida, los premiados testigos vivos de la resurrección en medio de un mundo que se abre a la luz, allí donde parece que están los más ciegos, los más cojos, más lentos…
Y en la última palabra, José Antonio Lagar, dando la razón de todo, lo que se hace desde primera fila por los que quieren ser felices y vivos en sus propias condiciones, recibe sus fuerza de un solo lugar: los que parecen los débiles, pero que son los más luchadores, más vivientes, más esperanzados, más motivados, más decididos. Ellos, que parecen los beneficiarios, son realmente el motor y la fuerza de la vida. Otra vez, haciéndose verdad el Evangelio, no porque él lo diga, sino porque lo viven todos los que van dando testimonio de lo vivido en esta gala litúrgica de resurrección en tiempo pascual, ellos los que para el mundo están en la cruz, son los que nos dan la vida, los que nos empujan, los que sacan lo mejor de nosotros mismos, los que nos llaman a creer que otro mundo es posible y que merece la pena luchar por cambiarlo. Y para ello slogans que no tiene desperdicio: “que tu sonrisa cambie el mundo, pero no permitas que el mundo te cambie tu sonrisa”.
Hasta el presidente de la Junta, ha sabido ponerle palabra a la lección fundante de lo allí visto y vivido: “El bien le ha ganado al mal, la solidaridad al individualismo, la generosidad al egoísmo”. Y en el centro de toda esta revolución y esta batalla ganada los que parecen para el mundo los más débiles y necesitados, ellos son los que mueven y los que nos llaman a lo mejor que le puede pasar a esta humanidad: ser dignos, justos, compasivos, fraternos, acogedores, alegres, festivos, luchadores, comprometidos, cercanos… porque somos afortunados de tenernos los unos a los otros. No tenemos mejor tesoro que nosotros mismos cuando somos los unos para los otros.
Hoy en esta celebración de la vida la palabra humano y amor se han casado, la liturgia ha sido de perfección por la clave de la compasión, saber apasionarnos juntos por lo más humanos y lo mas grande, el corazón y la alegría de cada persona en su singularidad, no valemos por lo que podemos hacer o mover, sino por lo que podemos amar y vivir. Por eso si tuviera que elegir un título para la experiencia de esta noche en el palacio de congresos de Badajoz, donde se han conjurado todos los buenos espíritus en los que creo, sería el de la canción que nos ha regalado Juan Ledesma: “Sueño imposible, soñar lo imposible, soñar…”(Juan Ledesma), pero sueño realizado, he soñado desde el gozo y la esperanza, me sigo apuntando, al año que viene la decima edición de los premios gradas, donde todos tienen voz y a nadie se le silencia ni se le pone etiqueta.