Quiero ser tu memoria amada
En estos días he estado con algún familiar que dentro de su olvido se abrazaba a mí como memoria suya, es una experiencia radical de encuentro con el yo, del sentimiento de búsqueda de la identidad, de un peregrinaje sin vuelta que se hace doloroso y sufriente, tanto para el que olvida como para el que acompaña al olvidado. En nuestra parroquia, situada frente al Centro de día Guadalupe, de la asociación AFAEX, estamos trabajando con los niños la reflexión sobre los mayores cuando les llega la debilidad y la enfermedad del olvido. En el centro hay historias de vida y de dolor, así como de cuidado y ternura. Es el lugar de entrañas de lo humano y es bueno saber contemplar aquello que nos humaniza y dignifica en situaciones que son de dolor y de limitación, el trato lleno de ternura y de amor, el que nos lleva a ser la “memoria viva y amada” de los que parecen perdidos. Y destaco un ejemplo de vida cada día en el anonimato, un hijo único que hace a su madre única, cuando ya va de caída en su vida:
Mujer ahí tienes a tu hijo, Hijo ahí tienes a tu madre
La vida no ha sido fácil, y no porque te haya faltado nada externo. Hijo único de buenos padres con solvencia económica en el mundo de lo rural, buena preparación universitaria, buen investigador y docente. Después murió tu padre y quedó tu madre viuda con el hijo único tú. Para ella tú eres todo, y está bien estando cerca de ti. Tú, tras tus avatares familiares van construyendo y reconstruyendo, y ahora comienzas a observar que esa madre ya va entrando con sus muchos años en su demencia senil, ahora toca servirla de otra manera, dedicarte a ella con mucho más corazón y más dedicación. Ahora ella es la que necesita casi todo, la relación se va haciendo más difícil, laboriosa, tediosa, repetitiva, pero ahora es cuando más te necesita y tú quieres hacerlo como el mejor hijo del mundo, tu quieres que no sufra, que se sienta querida, acompañada, quizá sufras porque te da miedo si vas a saber hacerlo lo bien y ser tan cariñoso como tú quisieras. Ahora ahí está la cruz, la de este momento, y ahora ahí está el Cristo vivo, el resucitado que necesita bastón, memoria… y hasta un centro de día para seguir viviendo y existiendo.
Pero también ahí hay fuerza para ti y para todos nosotros. La fuerza de la cruz, ella no pide más, lo acepta y lo vive si tú lo ves bien, porque en ti está toda su confianza y toda su fuerza. Tú cuentas con una asociación de vida y gracia, ante el alzheimer, el centro de Guadalupe, está en nuestra misma puerta, ella lo mismo entra por la puerta de la Iglesia sagrada, que entra a la sala sagrada de ese centro de día, donde el crucificado es fuerza y gracia de Dios, en las familias que se asocian, en los profesionales que los atienden. Cuánta fuerza derrochada en esa asociación Afaex y en otras muchas para atender a los mayores en sus debilidades y en sus demencias, para ser fuerza y memoria y nunca se sientan olvidados o no queridos. Tú, querido amigo, te conviertes en testimonio y fuerza para nosotros, porque eres hijo único, pero estás logrando que en su vejez tu madre se sienta madre única en el mundo, por tu fidelidad y tu acompañamiento.