Me lo acaban de referir por casualidad, que acabaste tu vida haciendo deporte en parapente, en Francia. Has muerto como viviste volando. Recuerdo en mi adolescencia un libro que me marcó, se titulaba “Juan Salvador Gaviota”. Relataba la parábola de una gaviota que se atrevió a volar más alto que las otras, que decidió ser libre radicalmente y vivió contracorriente, pero con una paz y una coherencia interna y externa que se hizo única y referente de toda la comunidad. Yo no te conocí apenas, fue un encuentro fortuito con tu madre y tu abuela Felisa, centenaria, aquí en Badajoz, pero bastó para recibir tu impronta y entender –respirar por un momento- tu clave de vida. Habías terminado la ingeniería difícil y ardua, pero no estabas dispuesto a entregar tu vida a un mercado regulador de existencias que marcan la historia y expropian la libertad de ser únicos y libres. Tú elegiste ser libre, auténtico, saber vivir y vivir con poco, pero totalmente contigo, con la naturaleza, con los animales, con las personas de luz a luz, de verdad a verdad, con la sencillez del cuero, la fidelidad de un perro, y la caravana de lo que poco que se necesita para vivir y ser. Volaste sobre todos y te entendieron muy pocos, entre ellos tu madre que sabía que tu vivías a fondo y eso le bastaba. Ahora has volado y nosotros nos hemos quedado mirando al cielo. Has dejado vacío para tu perro, para tu caravana, para tu cuero, para todos tus lugares de vida y de paso… pero sobre todo has dejado huellas de vida y de gracia, en los que amabas y te amaban. Para mí, aquella tarde, aquel momento lo fue de gracia y de vida, me admiré de ti y de tu planteamiento, creo en esa juventud, en la tuya… y reconozco que hoy al enterarme de tu partida, volando desde el cielo, no puedo menos que sentirte como huella del resucitado, que se habrá identificado con tu espíritu y te habrá abrazado. Ayúdame a ser libre como tú lo fuiste.
José Moreno Losada.