ANTONIA Y ÁNGEL – 50 AÑOS DE GENEROSIDAD Y ENTREGA:
La palabra “Sí, quiero”, se hizo carne
En un restaurante del centro antiguo de Badajoz, ayer se congregó la familia en torno a Antonia y Ángel. El motivo era la fecha conmemorativa de su matrimonio, hace ya cincuenta años. La razón profunda el amor vivido y sus frutos. Desde la Madre de Antonia -93 años- a su último nieto Ángel -diez años- gozamos y celebramos el amor fiel y fecundo. Se trataba de un sacramento vivido y actual, la Palabra “Si, quiero”, se ha hecho historia y carne, en lo vivido, en los hijos, en los nietos… y yo, como sacerdote, testigo privilegiado de esta celebración, en la que lo sagrado y lo profano se abrazan, porque ya cayó aquel velo que los separaba en el muerte de Jesús, abriendo la comunicación entre lo divino y lo humano para siempre, ayer vuestra celebración fue tan divina como humana. Gracias por darme parte en la celebración de la Palabra y la Vida.
PEPE
Palabras de acogida
Recordando a Tobías, no podemos celebrar cincuenta años de vida sin tener presente al Dios del amor que ha estado grande con nosotros y por eso estamos alegres…
“No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis, 1)
Hace cincuenta años resonaba en el templo, con sencillez y humildad, un “sí quiero” de esposa y esposo con las palabras solemnes de amor eterno, hasta la muerte. Un compromiso que se sellaba en libertad, que se declaraba amor con vocación de eternidad, y se abría a lo fecundo en los hijos y nietos, de generación en generación. Hoy es sacramento realizado, palabra cumplida, misterio desvelado. Aquella semilla sembrada hoy es árbol lleno de vida y de esperanza, que alumbra y da cobijo, que anima y sostiene. De aquellas raíces enamoradas y sinceras, habéis nacido y crecido todos vosotros, hoy sois un árbol fecundo. La savia de ese árbol ha sido el amor prometido que se ha hecho realidad en vuestra historia. Hoy nos reunimos y la razón, la única razón para hacerlo, es el AMOR. Reunidos en torno a esta mesa, bajo esta bóveda conventual y sacral, sois santo y seña de vuestro amor verdadero. En vosotros la palabra de Dios se ha hecho carne y hoy nos gusta sentir que sois, con vuestros hijos y nietos, un himno al amor.
“Si no tengo amor no soy nada…” (I Cor, 13)
ÁNGELES, HIJA
Los tres hermanos hemos coincidido en que el rasgo que más resalta en vosotros es la generosidad. En todo. Hemos visto desde niños cómo no os consentíais ni un capricho, pendientes de que hubiera para los estudios, para lo que los hijos pudiéramos necesitar. Y ya de mayores, vuestros ahorros siempre a disposición del que pensabais que podía hacerles falta, ofrecidos por anticipado. Así habéis sido, así sois y nos habéis ayudado a crecer como personas en todas las dimensiones. Y sois generosos no sólo en lo económico. También en la disponibilidad de vuestro tiempo y de vuestros planes, sujetos a los cambios a que obliguen las necesidades de la familia, de los hijos, de los nietos, de la madre, que es la abuela María.
Sois generosos el uno respecto del otro. Para aceptar lo que no os gusta de cada cual, para sobrellevar con humor las críticas que os hacéis. Mi madre, hasta la coronilla de tal cosa desde hace 50 años, podrá desahogarse con alguno de sus hijos, pero ay del hijo que le dé la razón: la convierte en defensora visceral de ese marido del que relataba cuatro segundos antes.
El amor en vosotros es generosidad. Sois generosos y nosotros, los hijos, los nietos y el resto de la familia, disfrutamos de vuestra generosidad y la reflejamos.
Símbolo de la celebración:
Los frutos del amor: nos acercamos al árbol de la vida, del que vosotros sois raíces y tronco, nos abrazamos a vosotros como ramas y como frutos.
Angel va a repartiros unos frutos y unos rotuladores para que escribáis en un lado que agradecéis de Angel y Antonia y en el otro qué les deseáis. Después, os acercará un árbol para que colguéis los frutos.
NURIA, HIJA
“Padre que escucha y se deja hacer por lo que descubre…”
Es difícil hoy en nuestro entorno encontrar personas generosas en su corazón y en su mente como vosotros, siempre dispuestos a escuchar y siempre abiertos a cambiar de opinión si lo que escucháis lo merece. Este rasgo es muy acusado en ti, papá, que eres un hombre de profunda formación en el espíritu y en el saber, que nunca has dejado de cultivarte y cultivarnos, con tu ejemplo y tu lectura. Has hecho de tus tres hijos (y, por tanto, también de los nietos) lectores empedernidos.
Sois trabajadores, personas buenas y amables, sencillas, que encarnáis sin aspavientos el espíritu cristiano.
“Madre, que espera con paciencia infinita… buen puerto en el que descansar”
En mi madre, por su parte, lo que destaca es la paciencia. Infinita. Para aguantarnos a sus hijos y a su marido, en especial, pero también al resto del mundo.
Tu misión en la vida es dar gusto a los demás. Hacer unos filetes, para la misma comida, de cuatro formas distintas: asados para éste, fritos para aquél, en salsa para el otro… ¡Bah, qué trabajo me cuesta…! es lo que has dicho siempre, quitándole importancia.
Eres muy trabajadora y tienes una vocación de servicio que nos has inculcado a tus hijos desde que nacimos. Porque te hemos visto siempre haciendo algo: cosiendo, cocinando, moviéndote de aquí para allá en mil faenas.
De ti hemos aprendido lo que es la dedicación a la familia y el amor de madre con paciencia.
ÁNGEL, HIJO
Destinos compartidos: donde tú vayas…
Entre vosotros, además de generosidad, hay amor y respeto y un hondo sentido de ser cónyuges y consortes en el sentido etimológico de esos términos. De ahí que traigamos a colación las palabras de Ruth: “donde tú vayas, yo iré; donde tú habites, yo habitaré; tu casa será mi casa, tu pueblo será mi pueblo, tu Dios será mi Dios, donde tú mueras yo habré de ser enterrada.”
O sea, voy a estar contigo a las duras y a las maduras y no me pidas nunca que te deje, ni aunque fuera por mi bien. Esta promesa abstracta que se hacen los contrayentes, con lo de la riqueza y la pobreza y la salud y la enfermedad, vosotros lo habéis hecho vida en vuestros cincuenta años de casados. Y ese velo de la novia que simboliza el techo que va a cobijar a los esposos, lo habéis tejido con realidades bien tangibles, unas dulces y otras amargas, y nos acoge a toda la familia.
PEPE
Palabras de los cónyuges: ¿Por qué te sigo queriendo?
Ella: Me gusta lo que sabes y buscas, tu formación permanente, tu inquietud.
El: me enamora tu bondad, sigo enamorado de tu persona y tus sentimientos.
Oración final compartida:
Que los caminos se abran a vuestro encuentro,
que el sol brille sobre vuestro rostro,
que la lluvia caiga suave sobre vuestros campos,
que el viento sople siempre a vuestra espalda.
Que guardéis en vuestro corazón con gratitud
el recuerdo precioso
de las cosas buenas de la vida.
Que todo don de Dios crezca en vosotros
y os ayude a llevar la alegría
a los corazones de cuantos amáis.
Que vuestros ojos reflejen un brillo de amistad,
gracioso y generoso como el sol
que sale entre las nubes
y calienta el mar tranquilo.
Que la fuerza de Dios os mantenga firme,
que los ojos de Dios os miren,
que los oídos de Dios os oigan,
que la Palabra de Dios os hable,
que la mano de Dios os proteja,
y que, hasta que volvamos a encontrarnos,
otro os tenga, y nos tenga a todos,
en la palma de su mano.
MÚSICA Y CÓCTEL
Bendición de la mesa y la familia: Ángel padre.