(En la festividad de san José, desde la vida acabada de un padre sencillo)
La imagen del Dios padre
Al nacer, el ser humano es la criatura más débil y dependiente de todas las especies, a la vez que es la que más llena está de posibilidades. Criaturas de barro en debilidad total, a la vez que “imágenes de Dios”, con una vida abierta y por hacer. Dentro de cada uno de nosotros está esa imagen divina de Dios. Por eso los creyentes entendemos que la tarea del hombre es dejar que emerja en él esa imagen y se desarrolle lo más posible. Es en la entraña de lo humano, en lo más profundo donde está nuestra grandeza. Este misterio de ser a imagen de Dios, de parecernos a él, no suelen entenderlo los sabios, entendidos y poderosos, como decía Jesús; suelen llegar a conocerlo los más sencillos y humildes.
La imagen de Dios en la historia
¿Qué imagen de Dios puede desarrollarse dentro de nosotros? Su imagen es plural, diversa, profunda, múltiple… La historia de la salvación nos va mostrando cómo Dios se ha ido manifestando en su relación con la naturaleza y la historia, con la humanidad. Si miramos la sagrada escritura, la palabra de la historia de la salvación, encontramos algunas imágenes muy sugerentes para poder entender creyentemente la vida de nuestro hermano Paco.
Dios enamorado: El cantar de los cantares es emblemático a la hora de mostrar a Dios como alguien enamorado de su pueblo, con un amor que es más fuerte que la muerte, el amor que si alguien quisiera comprarlo con todas las riquezas del mundo se haría despreciable. El amor de Dios no tiene límites y no se acaba.
Dios Padre entrañable: un Dios que lo es desde las entrañas, lo dice claramente “vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios, seré para vosotros como un padre y vosotros seréis para mí como hijos…”. Se le conmueven las entrañas ante nuestras vidas y llega a locura en su dedicación pues nos dice, por el profeta que, aunque una madre se olvidara de su hijo, El nunca de olvidará de nosotros. Y eso a la vez que no se impone por poder, sino que su autoridad se ejerce desde su amabilidad y coherencia. Se entrega tanto que provoca agradecimiento en los suyos e inspira sus actitudes.
Dios generoso: no se busca a sí mismo de ningún modo, se da en su quehacer y hasta el punto de entregarse en su propio hijo. Orgulloso de cómo Jesús de Nazaret, su hijo amado, es capaz de comprometerse viviendo libremente en la entrega a los demás, llegando incluso a sufrir por hacer el bien en los otros.
Dios de comunidad y familia: sus entrañas quieren ser entrañas de familiaridad y comunión. El quiere recoger a personas por todos los lugares y situaciones para llevarlos a una relación de familiaridad y de verdadera comunión, donde nada es de nadie en propiedad y todo es de todos en uso, aunque para ellos tengamos que arriesgarnos en más de lo que tenemos.
Dios humilde y anónimo: no es un Dios de título y grandezas, de poder y temor, sino sencillo y oculto, sabe preocuparse por la vida y hacerla real en lo concreto y en lo cotidiano, en la casa, en la calle, en la ciudad, en la naturaleza, en la fiesta, en lo diario, en el luto y la enfermedad, en la tristeza y en la alegría, en los caminos de la vida.
La imagen de Dios en la vida de Paco
La mirada a Dios en la historia nos ilumina hoy para poder hacer lectura creyente de la vida Paco, desde su tarea de saber morir y vivir ha ido abriéndose al Dios de la vida, y con su espíritu ha culminado su historia. Lo leemos con los sentimientos de Cristo que nos enseñó a mirar la vida con el corazón misericordioso de Dios, ahí entendía que estaba la perfección de lo humano, no tanto en cualidades y saberes, título y poderes, sino sentimientos y entrañas. Imperfectos pero llenos de compasión, a eso se nos invita. Y es ahí donde le damos gracias a Dios y reconocemos su presencia en este ser humano que hoy ponemos en el altar. Porque enterraremos su cadáver vencido, pero no su persona, ni su historia amada y fecunda. Nos abrimos en la oración y con Dios agradecemos su persona. Sentimos que el Padre de la vida lo habrá recibido con mucho amor y le habrá reconocido su parecido, su imagen acabada:
– Bendito tú, porque has amado hasta la muerte. Sin mucha filosofía, ni discurso, pero en verdad tú has vivido en el amor con Sole, has hecho carne esa palabra prometida: te amaré siempre hasta que la muerte nos separe.
– Bendito tú, porque has sido un padre entrañable. Has sido, junto a tu esposa fundamento para tus hijos y abierto ante su libertad. Junto a vosotros han descubierto que la grandeza de una persona está en su interior, en sus sentimientos, en sus relaciones, por eso han volado y cada uno ha descubierto su propio mundo y su propio cielo, sabiendo siempre volver al nido de referencia, en la comunión verdadera y en la fraternidad sin fisuras. Vosotros habéis vivido para ellos y ellos saben vivir para todos.
– Bendito por tu generosidad. No has sido un hombre de posesiones, de tierras, pero has sido rico en humanidad verdadera, de esa que sabe vivir mucho con poco. Con la sabiduría de los sencillos que saber comprometerse y luchar en favor de otros, y hacerlo hasta en la jubilación y en favor de los mayores. Has gozado del capital de tus nietos, has disfrutado viendo nacer a David frente a tu enfermedad.
– Bendito porque en tu casa has mostrado eso que el mundo tiene que aprender lo de una economía común, la de los cristianos, donde todos ponen en común lo que tienen y usan lo que necesitan, sabiendo que no hay que atesorar para uno mismo sino tener tesoros en el cielo para ir libres a la muerte, sin ataduras y con esperanza. Así lo has enseñado a los tuyos.
– Bendito tú porque lo has hecho con humildad y sencillez. Tu anonimato es orgullo y motivo de gloria para los que te aman.
Gracias y tarea
No podemos menos que dar Gracias a Dios porque hemos podido reconocer su imagen en este corazón humano. Y sabemos que hay millones y millones de esta imagen de Dios padre entre nosotros, una muchedumbre inmensa. ¿Cómo no creer en Dios Padre? No podemos ser ignorantes y creer que esto es por casualidad, el hombre sencillo y comprometido lo es porque su interior ha sido cuidado, porque su espiritualidad se ha alimentado, y su sentido ha permanecido en la entrega generosa.
El evangelio nos mostraba una verdad que se muestra a diario: “¿Si un hijo te pide pan, le dais una piedra…? Pues si vosotros que sois malos dais cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más hará vuestro Padre si se lo pedís con corazón”. Este padre le ha dado evangelio y vida a sus hijos desde su sencillez, anonimato, incluida su imperfección. Pero qué le daremos nosotros a nuestros hijos, nuestros jóvenes… ¿piedras o pan? Ojalá nos encuentren como buen pan y buena imagen de Dios, cuando nos llegue el momento de saber morir.