VENID Y VAMOS TODOS…
Comenzamos el mes de mayo..ayer reflexionando sobre el trabajo decente como derecho humano… hoy me llegan por varias vías soplos marianos, el mes de María, no con la furia y la fuerza con la que lo celebrábamos en la infancia, todos recordando el llevar flores a María en colegios, iglesias, etc. Pero sigue estando ahí esa figura.
En este momento en el que la Iglesia tiene que redescubrirse, recrearse en su originalidad evangélica, que ha de recobrar la verdadera imagen de Dios en el Jesús de Nazaret, tan humano como divino, ahora tenemos también una deuda con la figura de María, su madre. Recobrar la verdadera imagen de esta mujer de nuestra raza y nuestra historia que participó activamente en la la historia con claves de salvación, que supo ser hija del Padre, siendo madre de su hijo, y haciéndose reflejo de su luz salvífica, por el amor plenificante del Espíritu Santo..
Hoy la iglesia tiene que buscar en el magníficat las claves de una verdadera mariología y , en ella, de una mirada sobre la mujer en la historia y en la propia iglesia como le corresponde a la voluntad de Dios y a la referencia de la relación de María con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo. Hoy toca mirar ese reflejo de María en todas las mujeres y en el papel de estas en el seno de la Iglesia y de la sociedad. Seamos dignos de fe, reflejando el pensar, sentir y actuar de Dios en la figura de María y no desdibujemos su verdadera voluntad, con razones que no son de fe ni de la historia real humana en la figura de esa sencilla mujer que revolucionó, junto a Cristo, la historia.
Sólo Cristo es el hombre según Dios, imagen visible del Dios invisible, nunca nadie participará tanto de él y de su vida, de su cercanía y su compromiso, como la mujer y madre María. Raíces para una verdadera teología de la mujer no falta a la luz de María, pero para eso hay que recuperar la verdadera imagen salvífica de Dios, la verdadera Cristología, y desde ella una profunda Mariología, para aterrizar en una eclesiología de alegría de evangelio, de casa común, de santidad en la puerta de al lado, de juventud renovada en la equidad y la igualdad de lo humano, en el cuidado de lo regalado por Dios en la naturaleza.. Sin ellas no hay vida, humanidad, ni iglesia. Reconozcamos su verdad.