Confirmaciones en nuestra parroquia
Acaba de celebrarse la fiesta de Pentecostés, los cristianos nos abrimos a los dones del Espíritu para que nos fortalezca y nos anime en nuestro vivir y en el seguimiento a Cristo. Este Domingo próximo, en nuestra parroquia celebraremos el sacramento de la Confirmación. Una celebración alejada del bullicio y la masificación de las primeras comuniones, que hemos tenido en el mes de mayo. Se acercarán a ser ungidas por el crisma consagrado seis mujeres. Cuatro de ellas son adolescentes que durante tres años han ido caminando para culminar su iniciación cristiana, lo han hecho en un ambiente juvenil y cultural donde no se acostumbra la espiritualidad ni la práctica religiosa, a contracorriente, pero ahí están. Ellas son signo de la minoridad evangélica que no funciona por ambiente sino por convicción e interioridad. Junto a ellas, dos personas más adultas, las dos tocadas de debilidad y límites por enfermedades. Una luchando desde su nacimiento por espina bífida, otra con una esclerosis que se le manifestó a los dieciocho años y que ha ido avanzando hasta postrarla en una silla de ruedas, pero ninguna de las dos vencidas por su enfermedad, sino en lucha permanente. Todas se abren al Espíritu y sus dones, cada una desea que ese Espiritu llegue donde más lo necesitan: discernimiento, fortaleza, sabiduría, consejo, piedad, paciencia…
La esclerosis y el Espíritu…
En la celebración habrá momentos de vida y de compartir sus motivaciones para acercarse a este sacramento, Guadalupe nos dará razones de porqué se confirma. Lo hará desde su silla de ruedas, desde su dolor y su lucha, a la vez que desde su esperanza y su interior tocado por la ternura de un Jesús al que está conociendo y amando más, de un evangelio que cada día le ilumina en su vivir y en su enfermedad. Así lo relata:
“Hay muchas preguntas que me hago a día de hoy y que no puedo contestar, supongo que seguiré haciéndomelas el resto de mi vida.
Después de algún tiempo “sin rumbo” me di cuenta de que me faltaba algo, que estaba como “vacía”, este sentimiento era fruto de mi enfermedad y de otras circunstancias, que ahora no vienen al caso. En realidad, lo que sentía era que me faltaba Dios.
Repasando mi vida, me di cuenta, que no estaba confirmada y sin saber muy bien cómo, sentí un gran deseo de confirmarme, ya que a través de este sacramento mi fe sería reforzada y me ayudaría a centrar mi vida.
A los primeros que les conté mi decisión fue a mis padres, a mi hermana y a mi tía Marisa, les conté que quería dar este paso para sentirme más cerca de Jesús.
Desde entonces siento que Dios actúa cerca de mí y en mí misma. He notado que así, como antes, las cosas las hacía sin pensar y sin pedir consejo, hoy en día muchas veces me paro y medito y cuando no lo hago me siento mal.
Con la Confirmación deseo y espero transformarme en una persona más paciente, sosegada, que actúen en mi los Dones del Espíritu Santo y tener inteligencia, para reconocer el Amor de Dios; sabiduría, y así aprender a juzgar las cosas y no dejarme llevar por emociones y pensamientos pasajeros; consejo, para discernir lo que me conviene más; fortaleza, para mejorar en mi enfermedad, ayudar a mis padres, recuperarme en todo lo que pueda y desenvolverme en mi vida cotidiana y que tanto mi familia como yo nos pongamos alegres con ello.
Pienso que me va a ayudar en adelante a vivir el día a día con sus luces y sus sombras; ayudándome a descubrir cómo se manifiesta Dios en las pequeñas cosas de la vida: saludo inesperado de alguien, poder cambiarme sola para salir, ayudar a mi madre a poner la mesa.
Hay una frase muy bonita que mi tía me dedicó estos días y que quiero compartir con vosotros:
“Señor, hazme experimentar tu Espíritu, una fuerza interior que me hace no claudicar cuando todo se pone cuesta arriba”