Son las doce de la noche, oigo de fondo el runruneo de la feria de san Juan, atracciones y casetas. Me alegro del detalle de las horas de silencio musical para los niños con autismo y su uso de las atracciones, lo que debería ser normal todavía es extraordinario. Pero hay muchas cosas que son extraordinarias e incluso anónimas como la que relato.
Acabo de recibir un watsap del arzobispo Celso, está en Barajas, preparado para coger el vuelo que le llevará a Lima, para visitar a nuestros misioneros en Perú. Bromeo con él referenciándole una cita bíblica en la que Jesús le dice al pastor Pedro que cuando era joven, él mismo se ceñía e iba donde quería, pero cuando seas mayor otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras.
Hace unos días teníamos una conversación larga y profunda, agradezco su actitud de escucha, compartí con él sentimientos personales sobre nuestra diócesis y su gobierno. Me siento en libertad para poder hacerlo y eso es un bien en la Iglesia. Al terminar esa conversación hablábamos de su próximo viaje a Perú, que ya le coge a trasmano por edad y situación personal, pero la insistencia del delegado de misiones le ha podido y ahí está embarcando allende los mares, para abrazar a sus sacerdotes y conocer su trabajo apostólico en esas tierras, aunque también lleva el deseo de poder captar algún sacerdote que se una a este presbiterio para realizar la tarea pastoral.
Qué curioso, a visitar misioneros con el deseo de que nativos de allá vengan a misionar acá, un poco misterioso. De todos modos, y sin entrar en detalle, lo que quiero es manifestar mi aplauso a este gesto de bondad y de cercanía de un pastor con su presbiterio. Es cierto que esto no basta para el gobierno, pero también lo es que sin esta actitud la perfección carece de compasión y misericordia y se hace infecunda, aunque parezca efectiva. En este aspecto deseo parecerme a mi pastor, que la ternura y el cariño sean verdaderos y que no le falten nunca. Pediremos para que la autoridad también le acompañe en su quehacer apostólico. Buen viaje don Celso.
Lo que quiero es manifestar mi aplauso a este gesto de bondad y de cercanía de un pastor con su presbiterio