| José Moreno Losada
Entre villancicos y ovejas, por la comunidad y el cuidado
Un sentido de familia urbano y navideño…Navidad en la urbe
Una vez más ocurrió sin programarlo, sin muchos preparativos, acogiendo la vida tal como viene y dejándote llevar por ella, sacando la mejor savia de aquello que se te dona. Así fue la noche del 28 de Diciembre, me llegaron varios watsaps insistiendo en que participara en el evento de los cantos de villancicos por las calles del centro de Badajoz. Me dejé llevar y me presenté en la Iglesia de san Agustín, saludé a muchos conocidos, y en la hora concertada el templo estaba lleno de personas de todas las edades, niños, jóvenes, padres, madres, abuelos, abuelas, todo un ejército al que después se sumaron por las calles muchos más. No había mucha organización, pero estábamos apiñados, unidos, en un sentir común y en una alegría compartida. Marchamos por calles y templos, visitando belenes y el museo de los mismos, acabamos en la escalinata de la catedral. Varios centenares de ciudadanos, que no reivindican nada, sólo actúan para que se viva el verdadero espíritu de la navidad. El espíritu de la alegría compartida, el de la infancia con ojos de brillo al ver que todos estamos abiertos y que somos capaces de caminar en comunión, no desde el dinero, ni desde la bebida o el consumo, sino desde una alegría interior que nos hace cantar, sonreír, caminar juntos, bailar, abrazarnos, facilitarnos un lenguaje común de sentimientos positivos.
Un sentido de Navidad comunitario y ecológico…familia
Con ese sabor tan cercano a aquella niñez del pueblo y de los cantos del aguinaldo, a los días previos en nuestra parroquia de Guadalupe con los pequeños, el Domingo, día de la familia, nos encontrábamos un grupo de profesionales cristianos con sus niños, en el campo, en la dehesa extremeña, allí en medio de ovejas, gallinas, encinas, etc… Allí en el corazón de la naturaleza, puestos de acuerdo para evitar residuos de usar y tirar, gozamos de la naturaleza viva, pero sobre todo de la comunidad, del compartir, de saber vivir más que conectados, vinculados por unos vínculos que lo son de compromiso y de cercanía, porque creemos que es posible vivir más y mejor desde la pobreza solidaria que enriquece, la debilidad compasiva que fortalece y la sencillez que produce auténtico reconocimiento. Está claro que tenemos que optar la ecología integral, sabemos que este mundo necesita cuidado y comunidad. Ojalá sea así el 2020. Ojalá lleguemos al sentido del cuidado, de la comunidad, a las relaciones de familiaridad, de verdadera vinculación. La clave familiar del cuidado es un reto para salvar este mundo que está en nuestras manos. Yo viví este espíritu en los cientos de personas que en la ciudad cantábamos villancicos, de un modo ambiental. El Domingo, en el campo, en medio de la naturaleza, la comunidad de fe y vida me dio el gozo de renovar mi esperanza. Creo en este Dios tan de familia y tan familiar.
La FAMILIA Y EL SENTIDO …
“Lo divino de la familia y lo familiar de Dios”
Algún concilio, por Toledo, lo dijo con gracia: “Creemos en un solo Dios, pero no en un Dios solitario”. Nuestro Dios es familiar hasta los tuétanos, en la sangre y en la carne, en la realidad humanada dentro de la historia. Dios se ha autodeterminado en Cristo para ser con nosotros (Enmanuel) y ya nunca dejará de ser familia nuestra, nos hemos religado en su amor y su fecundidad eterna. Por eso todo signo de familiaridad y de amor es presencia de lo divino, y todo lo divino acaba manifestándose en realidades de amor fraterno, de afecto paterno y materno, de filiación y entrega donante. Allí donde un ser humano se entrega para que otro tenga vida se gesta la sagrada familia, allí donde se favorece lo mejor de la familia se encarna y se vive la navidad de nuestro Dios. La familia no es una carga, ni un mandato, es el modo humano de ser Dios, y el modo divino de ser humanos.