Pedro y María, olivo y encina
El sábado éramos testigos de la celebración sacramental del amor de esposos entre Pedro y María. Allí estaban con la novedad de sus vidas, con la comunidad creada en torno a ellos resultado de sus procesos de vida personales y de pareja, con un proyecto ilusionado y dispuestos a ser motivo de un día de encuentro y de comunidad en el amor. Allí había amor nuevo para celebrar.
Nos sirvió de símil el árbol que ha rodeado sus vidas, a Pedro, el olivo, es de Jaén, su padre y su abuelo olivareros de pura raíz, sabedores de lo que es la historia, lo centenario y lo milenario. María, de zona de encinas entre Córdoba y Badajoz, en la dehesa, también sabedora de lo que es raíz, tronco, ramas… Árboles que hablan de historia y de cuidados, de relación sana y sabia entre naturaleza y humanidad.
Raíces…
Nos habían hablado ellos de las raíces que habían sido sus fuentes para la savia de la vida, habían aprendido enraizados en sus familias, abuelos, padres:
– La importancia de dar sin esperar grandezas.
– Lo que es crecer en el bien y en el compartir, sin opulencias y sin carencias.
Tronco y savia
Pedro había entendido entre los suyos que todo esfuerzo tiene su recompensa, incluso si no tiene éxito. Que sus padres habían posibilitado su crecimiento como persona y universitario. En el seno del hogar había sentido lo que es un trabajo con sentido y lo que es una disponibilidad radical, a la vez que la experiencia de la fraternidad. María hacía memorándum de sus abuelos, sus creencias, sus valores, el tesón sereno del padre y la complicidad creativa de la madre, a la vez que su responsabilidad sobre su hermana pequeña y el gozo de crecer rodeada de primos en comunidad amplia. Ahí estaba esa raíz profunda y extensa, que realizaba la máxima del evangelio de aquél que construye su casa sobre roca.
Ramas
Las ramas también venían vestidas de vistosidad en este otoño deseoso de verde y de luz. Allí estaban esos amigos de infancia, testigos que conectaron desde la educación infantil, los que habían encontrado en el instituto y en la universidad, los que facilitaron ese encuentro de estos desconocidos que hoy se aman en extremo y dan este paso radical de compromiso verdadero en el amor que desea ser eterno, sobrepasar la muerte, como canta el Eclesiastés. Ahí entre esas ramas, de olivo y encina, se produjo el encuentro, el reconocimiento mutuo para compartir retos, sueños e ilusión, para sentir que son inseparables y que uno al otro se ofrecen paz, vida, perdón y una confianza que motiva el deseo de vivir juntos y de ser para los demás. El camino recorrido como pareja en un decenio les asegura que los materiales que han construido su deseo de hogar son vivos y verdaderos por eso dan este paso con confianza mutua y con deseo de entrega radical para que el otro sea centro de su corazón. En ese encuentro tan elaborado se da cuenta de este día matrimonial, ha sido un proceso, porque el amor, como ellos dicen, no es solo quererse mucho, sino quererse bien, ellos lo saben y lo quieren vivir, por eso hoy lo han proclamado a los cuatro vientos desde esta comunidad original de olivos y encinas abrazados en un solo corazón y en un solo sueño.
Frutos
Tienen ya juventud madura, junto a su guitarra y su canción, está todo lo vivido, sus estudios y sus profesiones en las que se sienten útiles y valorados, cualificados saben lo que quieren hacer y luchan por ello. Pero ahora quieren ser familia, ampliar su amor en la entrega a los otros, desean hacer un nosotros más amplio. Junto a esta comunidad quieren ser hogar y recibir a sus hijos. Para ello entendemos que es fundamental una clave: “El nosotros aparece cuando se entregan los egos sin olvidar lo mejor y el cuidado de cada yo”. Ellos saben que perdonar, ofrecer pan, confianza, ceder por amor es el camino de la construcción de su nueva familia.
Sueños y retos, desde Dios
Para ello quieren contar con la bendición y la fuerza de Dios, su oración es muy sencilla: “Señor danos lo que la gente más sencilla te pide y quiere siempre, salud, paz, fuerza y amor, y hoy que unimos nuestras manos en tu altar, te pedimos que nos agarres muy fuerte de la mano, que nos ayudes a cuidar la fe, para que sintamos que Tú vienes con nosotros y nos acompañas siempre.
Fue un gozo poder escuchar vuestras palabras de consentimiento y compromiso mutuo en el altar, a todos nos tocó nuestro corazón y nos unimos en el deseo de vuestra felicidad compartida:
“Hemos nacido y crecido en familias sanas que nos han ayudado madurar en verdad y en libertad. Nos hemos conocido en nuestra juventud y tras un proceso de vida de pareja, de conocimiento mutuo y de proceso en el amor, nos sentimos maduros y decididos para dar este paso en el matrimonio cristiano con toda libertad y amor, queriendo que sea para siempre en fidelidad auténtica y creativa, como lo ha sido hasta ahora.”
“Creemos en el amor que permanece y estamos dispuestos a cuidarlo y protegerlo en nosotros para que sea firme y verdadero. Estamos abiertos a la familia cristiana, deseamos ser padres y educar a nuestros hijos en los valores humanos y cristianos de nuestra fe para que puedan descubrir el evangelio y el amor. Pedimos la bendición de Dios para nosotros como matrimonio y para los hijos que recibamos.”
Así, pues,
ya que queréis contraer santo matrimonio,
unid vuestras manos,
y manifestad vuestro consentimiento …
PEDRO:
María, en este proceso de pareja que hemos compartido he sentido tu amor y tu verdad. Junto a ti la vida me ha sido más fácil, he sentido tu apoyo tanto en lo laboral como en lo personal, he crecido como persona descubriendo que tú me hacías mejor. Hoy se realiza el sueño común de celebrar nuestro matrimonio y yo quiero ser para ti seguridad y firmeza en tus decisiones vitales, ayuda para que puedas alcanzar tu mejores objetivos e ilusiones. Quiero formar una familia contigo y por eso hoy, en la presencia de Dios y ante esta comunidad, de familia, amigos, prometo amarte y entregarme a ti durante toda mi vida, en la salud y en la enfermedad, en el fracaso y en el éxito, en lo bueno y en lo malo, compartiéndolo todo, hasta que la muerte nos separe.
MARÍA:
Pedro, en nuestro camino de relación de pareja y amor he descubierto en ti la lealtad y la bondad. Me he sentido protegida por ti en la dificultad, tu me ayudas con tu firmeza y coherencia en mis decisiones vitales, por eso deseo compartir toda mi vida contigo, confío en ti y deseo darte y aportar a tu vida felicidad, comprensión y ayuda. Que en mí siempre te encuentres querido y valorado.
Por eso hoy, en la presencia de Dios y ante esta comunidad, de familia, amigos, prometo amarte y entregarme a ti durante toda mi vida, en la salud y en la enfermedad, en el fracaso y en el éxito, en lo bueno y en lo malo, compartiéndolo todo, hasta que la muerte nos separe.