Vuelvo de Madrid, han sido dos días muy fecundos y provechosos. Mi amigo Fernando Rivas me ha acogido como un hermano, ha partido su pan y compartido su casa, así da gusto estar en Madrid.
He hecho bastantes cosas de provecho, reunión de consiliarios generales de acción católica con el nuevo obispo de la CEAS designado para ser el obispo consiliario, trabajo de estructura de una posible publicación acerca del sentido del estudio, encuentro con personas queridas, vuelta al trabajo con muchos post de blogs personales para darle formato de publicación, reunión con militantes de JEC… y ahora la vuelta.
Elijo como medio de transporte el tren. El amigo posadero le encanta usar este medio porque puede trabajar en él, la última vez que vino a Badajoz escribió un capítulo de libro en el trayecto, así que él no se queja. Yo le cuento mis sentimientos acerca del tren en Extremadura y obtengo mi billete vía internet, que va la perfección en los datos y en el pago del mismo. Saldré a las ocho y llegaré a Badajoz a las 14.
Comento con mi compañero si tendremos percance, a lo que el compañero responde lacónicamente: ¡Sólo tienes un ochenta por ciento de posibilidades¡ y yo me reafirmo que de ser así ya tengo el post preparado.
En principio todo sale a pedir de boca, disfruto del viaje y de la lectura. Un libro apasionante, que recomiendo, “los diarios del Hijo Pródigo” de Guy Luisier. Pero en Navalmoral, el revisor con cara acontecida, pero muy natural, nos da una explicación de parada de media hora de retraso. Hay problema con un tren que viene por la vía, trae retraso, y no se puede hacer el cruce. Menos mal que se han dado cuenta y no nos vamos a chocar. El personal lo acepta con la misma naturalidad que lo cuenta el revisor, algunos con jaculatorias teológicas que a mí me duelen.
Yo pienso en la “milana bonita” y la vuelvo a querer y apoyar. Sólo queremos un tren como los que pasan por Sevilla y Valladolid… Me da tiempo a terminar la lectura del libro de unas doscientas páginas.
Video: “El cruce”