“Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares…
al ir iban llorando llevando la semilla,
al volver, vuelven cantando trayendo sus gavillas”
Hace más de veinte años que me inicié en los caminos de la Pastoral Universitaria en la la universidad de Extremadura, allí encontré a unos jóvenes estudiantes que me enseñaron lo que era lo propio de esta pastoral, lo específico. Con ellos he venido caminando y sigo, en su vidas y sus procesos, veo la fecundidad del Evangelio y de Cristo, y de esa fecundidad me alimento y no me siento estéril, sino afortunado y paterno en todos aquellos que el Padre ha puesto en mi camino para acompañarlos y hacer tareas apostólicas juntos.
Por eso hoy muestro con orgullo este escrito que nace de la vida, que se hace oración compartida por muchos y que desde una persona sencilla, auténtica y coherente -con todas sus debilidades y limitaciones para que se vea claro que esta obra es de Dios- nos muestra las claves fundamentales de lo que es ser una mujer de iglesia, una profesional cristiana, una apóstol de pastoral misionera y de fronteras en la alegría del Espíritu.
Por estas cosas digo que soy afortunado: