España ha tenido en el sector inmobiliario uno de sus motores económicos fundamentales de los últimos 20 años pero, sin embargo, en 2007 el motor “gripó” y las consecuencias todavía las está pagando nuestra economía.
El suelo y la edificación se habían convertido en inversiones financieras de ciclo rápido que retornaban un beneficio muy elevado en poco tiempo. Sin embargo el producto inmobiliario/financiero se repetía continuamente y la sobresaturación ha convertido lo altamente rentable en ruinoso.
Es bastante probable que el desarrollo inmobiliario del centro de las ciudades aporte nueva actividad económica al sector con todos los efectos inducidos positivos que ello supone. El Gobierno está dando un paso importante en este sentido y el Ministerio de Fomento ha preparado un proyecto de ley que está siendo objeto de informes antes de su tramitación parlamentaria.
Desarrollar el centro urbano, como actividad económica, consiste en adecuar los edificios y, en lo que sea necesario el suelo, a los niveles de calidad y servicio que se demandan en el siglo XXI. La norma en ciernes, para ello, contempla medidas de fomento y eliminación de trabas legales y burocráticas para el desarrollo de tres niveles de actividad: la rehabilitación edificatoria; la regeneración urbana, que incluye la adaptación en lo necesario de la urbanización prexistente a los tiempos actuales; y, por último, la renovación urbana, que implica la demolición y nueva edificación.
Mucho camino queda todavía por recorrer a la norma embrionaria hasta que sea aprobada y muchos cambios se introducirán en el anteproyecto de ley pero los mecanismos que apunta son interesantes:
En cualquier caso, estamos ante una medida normativa muy interesante que permitirá la recuperación del centro, muchas veces degradado, de las ciudades y la generación de actividad económica en un sector, fuertemente castigado en los últimos años y que acumula, sin embargo, una experiencia y un saber hacer con niveles de calidad elevados.
Cualquiera que conozca el sector inmobiliario es conocedor de que nuestras empresas sabían gestionar de forma eficiente el producto que transformaban, fundamentalmente el devenir desde suelo rústico a bloque de viviendas o pastilla de unifamiliares construidas en nuevos polígonos desarrollados en zonas de expansión urbana.
El fenómeno de la expansión del suelo edificable que, como una mancha de aceite, ha ido incrementando el perímetro de nuestras ciudades, ha terminado. Los estudios dicen que tenemos suelo con los requisitos legales necesarios consolidados, incluso con el desarrollo urbanístico llevado a cabo y, por lo tanto, en condiciones para ser edificado que cubriría las necesidades de vivienda durante los próximos cuarenta años. Lo previsible es que estos suelos consolidados o en proceso de ello, no vuelvan a ser demandados hasta que pasen varios años.
El desarrollo urbanístico en el perímetro de las ciudades ha venido acompañado de un abandono por el sector inmobiliario del centro de las ciudades, sobre todo en sus zonas históricas y de expansión durante la primera mitad del siglo pasado.
Adquirir un inmueble para rehabilitar era una operación inmobiliaria muy compleja y costosa que no iba además acompañada de un especial de interés por parte del mercado para adquirir los productos que de este proceso resultaban. Puestas en relación las plusvalías que generaba la gestión inmobiliaria en el centro de las ciudades con la generada en el extrarradio, los ejemplos del primer tipo de gestión han sido escasos.
Hoy todo ha cambiado y el desarrollo urbanístico en zonas de expansión ha dejado de existir porque el mercado todavía tiene que “digerir” el exceso de suelo y edificación el mismo. Por lo tanto, hay que volver al centro y hacerlo atractivo para quienes deben vivir o desarrollar su actividad empresarial o de negocio en ellos.
Sigamos el desarrollo de este anteproyecto de ley, que apunta hacia objetivos viables y puede ser una herramienta importante para ayudarnos a salir de la situación actual.