La fotografía recoge un momento de la visita de inspección del Capitán General de la 1ª Región Militar el excelentísimo sr. D. Ramón Rodríguez, realizada en marzo-abril de 1966 al C.I.R. nº 3, concretamente es en el Campamento de Santa Ana. En ella estoy dándole explicaciones, como oficial responsable en el Primer Batallón, de la alfabetización de reclutas que así lo requerían. Está presente el Coronel Juncá Casadevall jefe del CIR, el Teniente Coronel Mayor y otros jefes, ayudantes del General y del Coronel.
Me incorporé como alférez de complemento en enero de 1966 junto a otros alféreces: Carlos Moliní (médico), Paco Matín, Manuel León, Baltar y Manolo Ojeda. Nos destinaron a las distintas compañías de los dos batallones, el 1º y el 2º, que estaban en Cáceres. El 3º, que mandaba el Comandante Babiano, estaba en Plasencia. Me tocó la 2ª Compañía, del 1º Batallón, que mandaba el Capitán Elizondo y estaban en ella los tenientes Etayo y Esteban. Las otras tres compañías del batallón las mandaban el teniente Obregón, el capitán Silveira y el capitán Laguna. El Batallón estaba al mando del Comandante Porras. Otros oficiales eran los tenientes Jaime Tello, Antequera (con sus caballos), Márquez Tosina, Corraliza, Verdejo, Mogollón…
Se ha citado en repetidas ocasiones al Coronel Alfonso Cerón Gil que mandó el CIR hasta su ascenso a General. Me tocó, como Oficial de Guardia, recibirle el día de su llegada y al darle novedades, con la guardia formada, me ordenó que anotase en el libro de órdenes que solamente se le formaría la guardia una sola vez al día. Fue un hombre muy asequible con el que se podía departir con facilidad en el bar de oficiales.
Fueron tiempos de juventud, de fortaleza física, de inquietudes, de intentar formar en poco tiempo a los reclutas que llegaban, como es obvio, sin formación militar y lamentablemente en muchos casos, culturalmente hablando, muy escasitos.
Recuerdo las clases teóricas de armamento, previas a la utilización, cómo les hablaba y trataba de quitar el miedo que no el respeto. Recuerdo especialmente las caras el día que explicábamos las granadas de mano, que luego tendrían que lanzar las P O 1 ó las P O 3, despiezarlas, el seguro de transporte, el de distancia, el pasador que liberaría el percutor, el multiplicado de fulminato de mercurio (NUNCA puesto), la carga de trilita…
Y llegaba el día, cada oficial con su sección. El campo de tiro, el lanzamiento (algunos no la soltaban), los nervios, la explosión, el barro que saltaba y el respirar hondo porque había salido bien.
Fueron días intensos. Intenté enseñar, pero también aprendí muchas cosas que, en buena forma, han hecho parte de mí.
Un cordial saludo.