En el año 1997 el coronel jefe del CIR de Cáceres Daniel Oliver quiso institucionalizar una marcha militar desde el centro de instrucción al santuario de la Virgen de la Montaña, para que los veteranos que hacían el servicio militar completo en Cáceres se despidieran de la Patrona de la ciudad.
El 15 de abril de 1997, a las nueve de la mañana salieron del CIR 70 soldados veteranos que se iban a licenciar el 13 de mayo, a los que acompañaron 25 mandos (entre ellos el propio coronel) y 3 civiles que trabajaban en el centro militar. Tras una caminata de unos siete kilómetros, con dos descansos, llegaron al Santuario a las diez y media de la mañana. Los soldados y mandos entregaron a la Patrona el antiguo banderín de la Unidad de Servicios del CIR Centro que se había modificado en 1992. En la Unidad de Servicios estaba casi el 85% de los soldados que hacían el servicio militar en Cáceres, el resto lo hacían como auxiliares de las compañías de la Unidad de Instrucción. El vicemayordomo de la Cofradía de la Virgen de la Montaña, Ernesto Rosano, recibió a los militares que después de rezar tres avemarías con su capellán José María Batuecas y pedir por la paz en el mundo, se volvieron andando al Campamento Santa Ana.
El 28 de octubre de 1997 se volvió a hacer otra marcha de veteranos de Cáceres al Santuario. Esta vez participaron 55 soldados de la Unidad de Servicios y 20 de la Unidad de Instrucción, a los que acompañaron 8 mandos y varios civiles que trabajaban en el acuartelamiento. Salieron a las 8 de la mañana y llegaron pasadas las nueve y media.
Subir andando al santuario de la Virgen de la Montaña es una costumbre que realiza bastante gente en Cáceres. Dio la casualidad que mientras descansaban los soldados en la explanada, llegó un joven que había realizado la subida con los pies descalzos.
Las siguientes fotos son de los soldados antes de reiniciar la marcha para regresar al que por aquellas fechas ya se llamaba CIMOV y no CIR. Ellos se iban a licenciar el 13 de noviembre de 1997.
Por otra parte, el Ayuntamiento siguió manteniendo la costumbre de recibir a una representación de cada llamamiento, para darle la bienvenida a la ciudad en la que iban a empezar a hacer su mili. Por estas fechas los llamamientos eran cuatro al año.