El pasado jueves comentaba con un amigo la noticia que un medio comunicación digital publicaba en referencia a la posibilidad de que la última entidad de banca privada (exclusivamente) desapareciera como consecuencia de la bancarrota de Lehman.
Aunque esta noticia, resulta al día de hoy bastante improbable, nos hizo pensar en el peligroso camino que la mayoría de las instituciones financieras han experimentado dentro de sus divisiones de banca privada.
En un principio la banca privada era concebida como un servicio de asesoramiento, ante la demanda de una nueva forma de relación de cliente y entidad que atendiera a la falta de información ante la creciente variedad y accesibilidad a nuevos productos de inversión.
Con la llegada de las nuevas tecnologías, alguien decidió que con un buen “corta y pega” este ejemplar servicio podría “democratizarse” y extenderse a otros niveles de clientes.
El siguiente paso fue convertir a profesionales de banca privada en vendedores con “pedigrí”.
Cuando esto sucede, los posibles errores, se extienden y se multiplican, porque no se puede asesorar y vender a la vez. Menos aún cuando encima si lucha por los resultados a corto plazo.
Saludos.