Artículo redactado el pasado día 23 y publicado ayer en Empresa y Finanzas.
La culpa la tiene el Monopoly.
Ni el fútbol, ni los toros, uno de los “deportes” patrios preferidos, es el “echarle la culpa al de al lado”.
Los primeros culpables señalados fueron los promotores inmobiliarios, identificados como “especuladores salvajes”, en contraposición a los santos consistorios que en nada se beneficiaban de las recalificaciones del suelo, pobres.
Después les tocó el turno a los bancos, que primero nos prestaron lo que no nos merecíamos y lo que es peor, lo que no tenían; y ahora no nos prestan ni tan siquiera lo mínimo para estirar la agonía de nuestras maltrechas economías basadas ( y creadas) en la supuesta fuente inagotable del crédito y la revalorización eterna de los inmuebles.
Ahora son los mercados, que antes fueran entendidos y vendidos como soberanos y poseedores siempre de la razón, pero que siguen contando con la llave para financiar a los que ahora los elevan al pedestal de los culpables y que durante dos años lo continuaron alabando mientras negaban que la crisis también fuera con ellos.
Si leemos entre lineas los anteriores párrafos, veremos que todo tiene un par, y últimamente estos se unen en la desgracia, como la crisis inmobiliaria con la crisis financiera y de solvencia de los consistorios. Como sucederá con la crisis de las televisiones, como síntoma primario de la insostenible estructura del fútbol patrio.
Como recientemente, se focaliza la atención sobre la situación de las cajas de ahorro, que después del primer “refrito”, se demuestra más que necesario, un giro de ciento ochenta grados que acabará con sus regímenes actuales, convirtiéndolas en bancos a cambio de dotarlas de los fondos necesarios para su recapitalización como consecuencia de sus exposiciones al mundo del ladrillo, y que algunas fuentes han cifrado en más de 40.000 millones de euros, como consecuencia de una mora asimilable al sector de un 18%.
Pero la situación de las cajas tiene un par, y tal vez las mismas sean el primer síntoma del problema real, la insostenibilidad de las estructuras autonómicas. Quizás sea el síntoma de un estado de financiación accesible al que nunca se le ha sabido sacar un rendimiento positivo, no se ha utilizado para que el crecimiento económico superara al crecimiento de la deuda en esos territorios, el apalancamiento no ha aportado valor.
Quien esta tomando esta decisión, tal vez no este midiendo este hecho. Si como consecuencia de la recapitalización mediante fondos públicos, están entidades pasan a ser bancos, su naturaleza será alterada de tal modo que no se podrá contar con ellas en los mismos términos que hasta ahora, máxime cuando algunas pueden acabar en manos hoy por hoy muy lejanas, pero con la capacidad de devolver toda esa enorme deuda.
En esta misma ventana, he comentado que si bien la solución ha de venir por le lado de los ingresos (tendremos que inventarnos una revolución), el origen de esta crisis esta en la educación.
Tal vez hemos jugado demasiado al Monopoly, un juego en el que se trataba de comprar y poseer, y que bastaba con completar una vuelta para obtener más fondos. En el que solo había cuatro casillas para dar energía, y que incluso si te mandaban a la cárcel la mayoría de las veces ya contabas con una carta para salir de ella.
Puestos a echar la culpa al de al lado, porque no al Monopoly.