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El Blog de Dimas Antúnez

La innovación, otra mentira económica.

A saber; la innovación tecnológica es un hecho incuestionable. Incluso resulta de perogrullo que así se afirme.
Es una realidad tan aplastante que ha supuesto la entrada en una nueva era. Ha supuesto un cambio en el escenario mundial, mediante una revolución en la comunicación y en la velocidad de los cambios. Los procesos son vertiginosos. Tal vez sea esto último sea el origen de la divergencia que hoy quiero traer aquí.
No existe ni un solo factor económico o social, que no manifieste que la solución a la actual crisis pasa por la innovación, por la I+D+i y también por la exportación .

Por tanto, aunque parezca mentira, tenemos un punto de consenso. Sin embargo, ¿ Cuanto tiempo llevamos escuchando esta frase?, si existe esta unanimidad, ¿ Porque no estamos ya recorriendo ese camino?

Esta semana he recuperado el contacto con la persona que me rescató de mi analfabetismo tecnológico ( no se lo puse fácil). Hemos recordado aquellos comienzos, al principio con muchas ideas y bastante pudor para exponerlas en sociedad.
Algunas de ellas las expusimos como el catalán, que suele hablarse en la intimidad. El resultado no fue muy halagüeño.
Los primeros proyectos de los noventa y de principios de siglo ( ostras como suena eso), se llevaron a cabo mediante la inversión de los ahorros de los promotores y de la caridad de amigos y familiares que llegaban cuando ya se habían agotado los recursos de los primeros. En algunos casos, la aportación generosa de entidades dedicadas al oficio de prestar que ante una garantía real de algún buen samaritano, accedían a proveer de recursos a un nuevo negocio, que no comprendían demasiado pero que esta bien garantizado.
Se organizaron después reuniones con sociedades, muchas de ellas semipúblicas con emprendedores, y financiadores en la búsqueda de una gran idea. La realidad es que el acceso fácil al crédito y a una batería de subvenciones a fondo perdido, eran lo que realmente movía ” la historia”.
Lástima; en aquellos entonces no solamente existía grandes ideas en si mismas que hubieran sido viables; sino que ademas, la inmensa mayoría tenia componentes implementables en los procesos tradiciones existentes.
Una idea innovadora deja de tener valor muy rápidamente, pero no así su proceso de creación que le da valor y debería haber tenido otro tratamiento.
Faltaba una única cosa, el comprender realmente el verdadero sentido de la innovación. El comprender la esencia del negocio; el cambio del proceso introducido respecto a lo existente, y lo que resulta mucho más grave, a quien va dirigido.

La innovación tecnológica ha cambiado el mundo. Ha hecho posible la globalización, porque ha convertido en global la comunicación. Ha cambio el escenario de los negocios que no tardaran en superarse conceptos como el de la exportación. Ha facilitado el “estado del bienestar” . Por cierto la tecnología nos ha proporcionado medios y servicios accesible a una inmensa mayoría de personas que nos facilitan la vida, ha hecho posible pasar de jornadas interminables de trabajo a jornadas de ocho hora o menos. Pero hoy, paralelamente a esos beneficios nos encontramos con un paro juvenil superior al 50%, ¿ Realmente hemos sabido aprovechar todo lo que la revolución tecnológica conlleva?

Después de todos los logros citados, la tecnología ha sido incapaz de cambiar una cosa, el modo de acceder a ella desde el punto de vista de negocio.
En estos tiempos se siguen repitiendo los mismos comportamiento en las sociedades hipotéticamente de capital riesgo. Los proyectos son vistos desde el prisma de la aportación tangible de los promotores, de las garantías de la misma naturaleza, de la conexión que pudiera tener con lo existente y no con lo que pueda aportar de mejora a los actuales procesos. Solo se analiza lo que se puede tocar. No se ve el cambio que conlleva, las mejoras que puede exportar a proyectos similares, la profundidad de mercado que conlleva pues nacen en un terreno tecnológico y su mercado esta tan próximo que vive en la calle click. La oportunidad que representa de incorporar al mundo universitario en el proceso de creación, fijando así la población al territorio.

En definitiva el análisis empleado no sirve, y mucho menos si pretendemos hacer de la tecnología la lanzadera que nos saque de esta. Solo fue válido en la época de “pasta para todo”, mejor dicho, de deuda para todo.
La realidad de la innovación se convierte pues en una mentira económica; queremos usarla como motor ante la crisis, pero sin embargo seguimos sin comprender de que va el negocio.

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"…ni supongo, ni propongo, solo expongo…". Voltaire

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