En más de un lugar de nuestra región, he escuchado aquello de que “el tiempo no se lo come un lobo”.
Algo así debe pasar, cuando estamos soportando en estos días, fuertes vientos más propios de marzo que de abril.
Vientos que también están soplando en nuestra economía y en nuestra política.
Pasada ya la semana Santa, la verdadera semana de pasión ha llegado con un poco de retraso y aunque todavía pudiera quedar algún que otro episodio de penitencia, bien pudiera pasar la semana que cerramos como autentica estación de pasión.
El foco de atención mediática se ha centrado sobre el acto de piratería moderna perpetrado en Argentina; pero son varios los mensajes que nos deja esta semana y que pudieran indicarnos el calvario que aun nos resta por pasar, y quizás, que la dirección hacia donde estamos corriendo, no sea precisamente la adecuada.
Las bolsas se han hundido hasta los niveles más bajos del 2009. Ahora nos tocará escuchar que se encuentran en zona de compra, que los grandes están a precios de ganga, y otras letanías típicas de estos momentos de mercado. Pero lo cierto es que casi el 80% de los valores del mercado patrio están en revisión negativa, y que la interrelación de carteras entre las grandes compañías pueden hacer caer los valores ante la necesidad de conseguir liquidez asumiendo grandes pérdidas, como así ha pasado con Iberdrola y ACS.
Sin entrar en tantos pormenores técnicos, me quería detener en tres manifestaciones:
El FMI dice que los recortes que se están llevando a cabo son excesivos, es más que el propio objetivo de déficit para el conjunto de Europa a excesivo. Y que lo lógico será alcanzarlo en el 2018 ( por fin alguien pone una fecha de futuro).
La señora Merkel, en la apertura de su campaña electoral, ha dicho que los países de la periferia no tenemos posibilidades de luchar contra los mercados ( y ella sí?).
El Ministro de Economía reconoce que existe poco margen para poder arbitrar medidas.
Con todas estas manifestaciones, me asalta la duda de si todas las medidas tenidas en cuenta son exclusivamente para conseguir financiación, para poder seguir corriendo hacia un control del gasto que, de acuerdo, servirá para no volver a la senda del derroche y de lo absurdo. Pero que al igual que podemos ver en Grecia, no mejora los fundamentos económicos, sino que los paraliza, pues ni siquiera como concepto, se tienen en cuenta los ingresos.
No hemos escuchado en toda Europa una acción decidida sobre el modelo de negocio que nos retornará a la senda del crecimiento, ni una sola línea que diga cómo se van a comportar los ingresos.
Llevamos ya cuatro años de crisis, y la única medida diseñada para inyectar dinero a la economía real, es la esperada línea especial de pago a proveedores de ayuntamientos y comunidades. Esperemos que no sea tarde y que la amnistía fiscal, aparte de tardía, no se considere cara y ayuden a incrementar la liquidez de empresas y particulares.