No sé si empezar disculpándome por lo pretencioso del título. Me refiero a su primera parte. Tal vez sea exagerar presumir que nos encontramos en marcha. Sí, lo sé, esto choca con todo el ejercicio de palmeros, lectores de posos y apóstoles de los brotes verdes que ahora proliferan en los medios. ¿Agorero? Tal vez, pero puestos a elegir, hoy prefiero pasar como tal antes de apuntarme dentro de un mes al coro de: “La recuperación para el semestre que viene”. Ya llevamos así seis años.
Cierto es que son alentadores los datos de empleo de los últimos meses por lo que de beneficio representa para las personas que consiguen encontrar trabajo. Cada año el mes de agosto nos trae las lágrimas de San Lorenzo y de igual modo nos llega un efecto de espejismo económico que desencadena toda suerte de manifestaciones de nuestros dirigentes en el sentido de que la economía ha cambiado el rumbo y enfilamos la senda de la recuperación.
La mayoría de los indicativos que sugieren esa recuperación tienen una escasa consistencia aderezada este año además por la celebración en el próximo otoño de las elecciones legislativas en Alemania.
Quien paga manda, y acertada o desacertadamente, Alemania ha pagado para al menos ganar tiempo a los gobiernos de la periferia. Y como con las cosas de comer no se juega, la señora Merkel pareciera que ha emulado a la difunta Lola Flores y le ha dicho a sus colegas europeos algo así como que antes de meter la pata en manifestaciones subidas de tono… “Irse”. Aunque sea a la playa, pero “irse”.
Si eliminamos el efecto narcótico producido por las políticas de los bancos centrales, veremos no sin mucho esfuerzo que sólo han servido para arreglar la parte superior de la cadena. Dando una patada hacia delante a la barra libre de la liquidez de la banca para que esta pueda seguir financiando las emisiones de deuda de los gobiernos.
Sin embargo, nada se ha hecho para arreglar los verdaderos problemas de los sectores productivos. Hay que recordar que el FMI en una de sus más óptimas predicciones sitúa allá por el 2018 el crecimiento de nuestro país en el entorno del 1%. Pero unas líneas más abajo considera que dicho crecimiento se producirá con crecimientos de deuda del 5%. Es decir, una vez más, un crecimiento basado en el crédito y no en la productividad.
La recomendación de disminuir los salarios en un 10% de manera nominal, pues de manera real ya han disminuido en mayor porcentaje, puede resultar obsceno. Y no porque lo diga alguien que gana el salario mínimo multiplicado por 39 veces. Pero este dato ha tapado una cifra mucho más preocupante, pues hace referencia a lo que sucederá una vez quede superada la crisis. Me refiero al 18% en el que el FMI cifra el paro estructural en nuestro país. ¿Qué clase de sociedad puede admitir como intrínseco que tal cifra de ciudadanos puedan estar en situación de desempleo? ¿Y qué sociedad puede permitírselo? El FMI se guarda por tanto otras sugerencias de peor gusto como pueden ser la insostenibilidad del actual sistema de subsidio de desempleo.
Está claro por tanto que los métodos empleados hasta ahora no sirven, que cada día que pasa estamos convirtiendo en estructurales una serie de deficiencias de nuestra economía que nos están vendiendo como estacionales.
Aquí tenemos una cuestión que podemos ver en el espejo de Detroit, una ciudad que en 25 años ha sido incapaz de encontrar su modelo de negocio, tal vez porque ha sido incapaz de reconocer el absoluto agotamiento de un modelo productivo.
La demanda es tan escasa que resulta incapaz de reducir un desempleo de 27% o del 56% en los jóvenes. La tasa de producción industrial en nuestro país es hoy inferior a la de hace 20 años. Los datos que vienen del exterior son de desaceleración y la demanda interna está agotada por las medidas de austeridad llevadas a cabo y por el desempleo.
Se necesita encontrar un modelo de negocio diferente, no podemos eliminar el paro creando seis millones de emprendedores. No podemos cubrir el hueco dejado por la falsa riqueza con el incremento de las exportaciones (salvo que las multipliquemos por 230 veces). La pérdida de capital humano, no sólo tira a la basura los recursos invertidos en su preparación, sino que desplaza riqueza a otro lugar con que no tendremos una compensación fiscal.
Los ciudadanos tienen una sensación de agotamiento. Los de los países en problemas porque a pesar de estar soportando a duras penas las consecuencias de las medidas de austeridad, lo único que perciben es que en el futuro será más austeridad. Los de los países donantes, porque están cansados de ver que sus recursos van destinados a un paciente que no sólo no mejora, sino que además se resiste a dejar la comodidad del hospital. El dicho de que “de esta salimos todos juntos o sino no salimos” es otra quimera. De Detroit también debemos aprender que la crisis ha provocado círculos concéntricos de economía y que las diferentes clases sociales pueden mantenerse de manera independiente sin una interacción de sus economías. El centro de Detroit, hoy pobre como una rata, está rodeado de una serie de comarcas de las más ricas del país. La falta de crédito está asfixiando a la economía, el crédito no fluye, ni lo hará, pues las medidas que llegarán después de las elecciones alemanas obligarán a las entidades a tener más control y por tanto más restricción.
Aunque ahora algunos estén más cerca del mar, por favor, dejen de oír los cantos de sirena. Esto tiene arreglo y pasa por el “que cada palo aguante su vela”, empezando por los de arriba. Y empezando por los de abajo en lo relativo a la recepción de las medidas de estímulo económico. Es decir, lo mismo que hasta ahora, sólo que al contrario. Que ya dijera un tal Greenspan “Yo sé que usted entiende lo que usted piensa que digo, pero no estoy seguro de que usted se dé cuenta de que ha leído lo que yo quiero decir”.