Una vez escuché a un visionario de las finanzas decir que “es tan importante saber lo que no se puede hacer, como saber lo que se puede hacer”.
Aunque solo sea por ese motivo, creo que debemos tener la esperanza de que, al final, conseguiremos aprender algo de esta crisis.
En el capítulo en el que nos encontramos, toca hablar de cuestiones como la unión bancaria.
Buena, mala, necesaria, irrelevante. De momento, fijémonos que se plantea después de solicitar y ser aceptado un rescate bancario. A sumar a los rescates a las deudas soberanas de diversos países. Eso sí, endulzadas con otras cuestiones como la unión fiscal y la unión política.
Si la unión fiscal es de absoluta importancia, pues su ausencia es uno de los gérmenes de esta crisis, y necesaria para que exista una verdadera unión monetaria; la pretendida unión bancaria huele más a una cortina de humo para que las pérdidas del sector financiero sean compartidas por países deficitarios y excedentarios. Perdón, entre ciudadanos de países deficitarios y ciudadanos de países excedentarios. Ya sabemos que todo lo que lleva el “apellido” rescate se dota a partir de más impuestos sobre la ciudadanía.
Es por ello que en este caso se produce una doble injusticia: no solo se carga con más impuestos a los ciudadanos, sino que se traslada artificialmente riqueza desde los países que deberían tener un beneficio por la productividad de sus ahorros a los balances de unas entidades que han acumulado pérdidas y deudas abultadas por una política de inversiones irresponsable y de alto riesgo ( las excesivas inversiones en ladrillo no se explican salvo que las entidades financieras pensaran que el crecimiento del valor del sector inmobiliario era ilimitado).
Es decir, la unión bancaria no solo conseguirá camuflar la inyección de liquidez extra (100M€ a sumar a los más de 300M€ ya prestados a BCE a bajo coste), sino que además garantiza un menor precio irreal de dicha financiación pues se asume el diferencial de riesgo del conjunto, en lugar del propio de las entidades rescatadas.
“La mancha de una mora, con otra verde se quita”. Bien, pues esto en economía no sirve. No se puede seguir corriendo en la misma dirección de la intervención continua y luego decir que el sistema no funciona.
Los sucesivos rescates a la deuda soberana ya están contaminando a países hasta ahora solventes. Si se pretende rescatar al sistema financiero, el contagio será mayor y más rápido, pues la deuda bancaria es mucho mayor que la deuda soberana (en España, por ejemplo, la deuda pública representa el 80% del PIB, y la deuda del sector financiero el 300%).
El “sistema” tiene un mecanismo natural que no perjudicaría a los ciudadanos, la capitalización de la deuda.
En otras palabras, los inversores deberían asumir la recapitalización del sistema. Esto además no tiene por qué suponer una pérdida, sino la asunción de un cambio de naturaleza de su inversión y una retribución variable.
Si como las auditorías nos cuentan. y “la cosa no es para tanto”, bastaría con una capitalización del 15% de la deuda. Bastaría por tanto con que cada palo aguantara su vela, y no se compartieran pérdidas, al igual que no se han compartido dividendos.