El Brexit ya fue y para nosotros dejará de ser noticia de portada. La decisión de los ingleses de abandonar la Unión Europea se irá diluyendo en el maremagnun informativo que generará la constitución del nuevo Gobierno español, y dado que en principio nada distinto sucederá, las consecuencias del Brexit la irán notando los de siempre, los que nunca deciden estas cosas. Los ciudadanos medios que pagan sus impuestos y sufren las decisiones de los políticos. Por eso es bueno que pensemos qué es lo que va a pasar después del Brexit.
Una de las consecuencias inmediatas ha sido el tsunami político. El juego que planteó Cameron para quedar bien con los suyos, atraer el ala más radical de su partido para ganar las elecciones le ha salido bien, porque ganó; y mal, porque las concesiones incluían un referéndum sobre la salida del Reino Unido de Europa. A Cameron, que no quería el Brexit, no le ha quedado otra que dimitir.
Cameron, como pro-europeo, no puede ser el capitán del barco que aleje al Reino Unido de Europa, así que el Gobierno británico entra en un periodo de renovación del Primer Ministro y hasta septiembre, tras el congreso de los conservadores, probablemente no se tomen más decisiones .En la jugada se ha llevado puesto también a Corbym, lider laborista.
Primera consecuencia. El Reino Unido tiene gobierno cuasi interino hasta después del congreso de septiembre en el que se estabilice el gobierno conservador que dirija la salida del Reino Unido de Europa. Será un Gobierno débil en uno de los peores momentos socio-económicos de su historia.
Pero, además, han dimitido con él el jefe de la oposición y el del tercer partido y que presionó el Referendum, la UKIP. Conclusión: todos los actores que protagonizaron el referendum dimiten, y dejan el Reino Unido y a Europa en la estacada.
Tocará invocar el art 50 del tratado de la Unión Europea.
Ese artículo prevé la salida voluntaria de cualquiera de los Estados miembros de Europa. Es una solicitud que realiza el Gobierno del país en cuestión, en este caso el nuevo gobierno del Reino Unido.
El nuevo Primer Ministro , propondrá al Parlamento Inglés la petición formal de salida con la invocación ante Europa de ese artículo 50.
Y ese es el momento clave que Europa y medio Mundo espera, y que se producirá en el otoño: La ratificación por el Parlamento británico de la salida. Porque la clave de todo esto es que, hasta ahora, no ha pasado formalmente absolutamente.
Y se supone que los diputados británicos, tanto conservadores como laboristas, votarán la salida de acuerdo a lo que los ciudadanos han decidido en el Referéndum.
Pero… y es aquí donde yo me arriesgo a aventurar qué es lo que puede. Creo que no se producirá el Brexit . Pudiera ser que se propusiera un nuevo Referéndum porque se hayan negociado nuevas condiciones con Europa, y se haga hincapié en que se vote la permanencia o, sencillamente, el Parlamento británico no llegue a un acuerdo y vote no a la salida. Podría pasar entonces que salte de nuevo por los aires el cargo del Primer Ministro, y se convoquen nuevoas elecciones, pero eso sí, con Gran Bretaña aún en la Unión Europea.
Europa se encuentra ante la peor crisis que podía esperar. En un continente con ideas agotadas, políticos agotados, esquemas de gobierno agotados y sobretodo… ciudadanos agotados, el populismo radical de derechas e izquierdas… en definitiva, los perros con distinto collar, ha prendido para terminar de liquidar un Estado del Bienestar que no estaba asentado en bases tan sólidas como creíamos.
Y en esta situación, Europa está haciendo dos cosas: La primera, avisando a todos los posibles díscolos que “Out is out”. No hay bromas, ni negociaciones. El que diga que se va, que se vaya, pero a escape.
La segunda, presionando a Gran Bretaña para estrellarla contra su decisión en el menor tiempo posible para que no se le siga revolviendo el gallinero. Le Pen, Iglesias, Grillo, Tsipras, la ultraderecha austriaca… todos los populistas tienen que saber que en este tema no hay bromas. Aunque el fracaso estrepitoso del populismo español ayuda mucho a que se mantenga el equilibrio.
En los años 2018-19 llegará el momento de la verdad.
Gran Bretaña pretenderá mantener el máximo acceso a los mercados europeos al mismo tiempo que restringe el paso de trabajadores europeos a Gran Bretaña. Y aquí es donde habrá problemas importantes. Pudiera intentarse un acuerdo por el que Gran Bretaña ponga libras encima de la mesa para poder acceder a los mercados continentales, pero para ese viaje no hacían falta esas alforjas por la contraprestación: que no acceda ni un europeo a su mercado laboral. Pero Europa no accederá a esta pretensión.
Y en ese momento le “crecerán los enanos.”. Escocia, que empieza a hablar de moneda propia, o Gibraltar, a quien dejan a los pies de los caballos españoles, tendrá que hablar, y posiblemente en sus urnas de la salida del Reino Unido los primeros; y de cosoberanía española, los segundos, para mantener su status de ciudadanos europeos.
Tan fácil y tan difícil como lo explicado.
El Reino Unido parte de una posición muy débil en la negociación. Europa tiene que demostrar ante el resto del gallinero que aquí no se mueve nadie. Los pollitos británicos, Escocia y Gibraltar, fundamentalmente, se convertirán en gallos en el tiempo que media hasta la salida. Y a los trabajadores españoles les pasarán todo lo que comentábamos en los post anteriores del Brexit.
Pero creo firmemente que, al final, no se producirá la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea tal y como nos parece que va ser. No, porque el coste económico, político y social es tan alto que ni ellos ni el resto de los europeos pueden permitírselo, porque lo que no son cuentas, son cuentos