No lloréis por él. Llevó el fútbol samba a su máxima expresión. Lo mezcló con modelos de las que no desfilan y cerveza y se pasó al fútbol fiesta, y de fiesta sigue. Ronaldinho se despidió el jueves del Flamingo y le están esperando en Urgencias.
Pide al Flamingo 20 millones de dólares de atrasos y el club le agradece el gesto tirando sus fotos a la basura y quitando sus carteles de la sede del club. Ni por esas llora. Como el viernes no tenía que ir trabajar montó una fiesta íntima en su mansión de Barra da Tijuca, en Río de Janeiro. Comida japonesa, DJs, cerveza y cinco mujeres por cada hombre. No tengo capacidad para imaginar la razón de ese número, pero sospecho que la fiesta estaba llena de fantasmas y de mucha chica desatendida.
“Ahora voy a dejarme llevar por la vida. Va a haber fiesta todos los días”, promete Ronaldinho y los mercados confían en él. No hay duda de que cumplirá. Y lo mejor es que antes de ver la luz de la discoteca, Ronaldinho anunció que se retiraba para cuidar a su madre, que está en el hospital después de una delicada cirugía. Quiso decir a sus mamacitas, pero nadie le entendió. Suerte y que el hígado te aguante.