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El Olvidadero

Del laberinto a la Puerta de Tannhäuser

Hay tardes a las que la lluvia hace hermosas. En una de las últimas que he disfrutado pasé a visitar en solitario Escala Cromática, la última exposición de Pilar Porras en la Galería de la Tea. Uno, que siente debilidad por lo que hacen los amigos, poco más puede decir después de lo escrito por Gonzalo Hidalgo Bayal, en Ut musice Picture,  y del texto de Sebastián Redero que aparece en el Catálogo.

He quedado sorprendido por la evolución de Pilar desde su anterior exposición en la que las texturas vegetales centraban su obra, a ésta, en la que el cromatismo, la geometría, acertados guiños al cubismo, algunos grabados abstractos y un par de dibujos con punta de plata me descubren a una nueva pintora con ganas de explorar otros territorios.

Pilar Porras.

Pilar Porras.

Afuera seguía lloviendo aunque con menos intensidad. Desde La Tea me encaminé al Verdugo a escuchar a Juanra, a Manuel Vicente González, editor de Libros del Oeste a la vez que un estupendo escritor y a Julio Llamazares, el autor estrella que ha venido a inaugurar la feria y el mes del libro. Este último tuvo a bien leer un fragmento inédito de su próximo libro de viajes sobre catedrales en donde narra su paso por Plasencia.

Salí del Verdugo con el sabor amargo de la envidia: viajar, escribir y que encima te paguen… Lo siento, uno tiene sus debilidades. Seguía lloviendo, por la Rua Zapatería unos turistas envueltos en chubasqueros de colores buscaban al nadador sentado, yo andaba dándole vueltas al nombre con el que bautizar este blog y buscando un libro especial para una persona especial. Ambas cosas encontré nada más traspasar el umbral de la Puerta de Tannhäuser.

Dentro sonaba la voz tabernaria de Tom Waits, en el mostrador un paquete de cigarrillos de Raquel Bullón con la advertencia impresa “LA POESÍA MATA” guardaba en su interior poemas liados con filtro. Al fondo, a la derecha, antes de llegar a la pecera, un cartel que indica a El Olvidadero me hizo recordar Dentro del Laberinto, una película que marcó una época en mi vida familiar.

Plasencia es una ciudad fantástica para salir de cañas y de copas, aunque para mi gusto, quizás se quede corta en locales que oferten la delicada transición de vino-caña a copa y te den la posibilidad de escuchar buena música, tomando una infusión, un café o una cerveza que se salga de lo corriente. Pues bien, Cristina y Álvaro, (tanto monta, monta tanto) han sido capaces de conjugar en un mismo espacio dos negocios tan dispares como un café bar y una librería, a la vez que se han erigido como agitadores de cultura privados. Tal y como andan las cosas con los recortes en concejalías, consejerías, diputaciones y obra cultural de las Cajas, es de agradecer que esos huecos sean rellenados por negocios tan originales como La Puerta.

En este local es posible encontrarse ofertas como la de si compras un libro de literatura japonesa te invitan a un chupito de licor de cereza; celebrar San Patricio con música, literatura, cervezas y cafés irlandeses; participar en un World Café en inglés, francés, italiano o portugués; disfrutar de una de sus noches temáticas de Música para Replicantes; ver un clásico del cine en la pecera; encontrar a algún virtuoso al piano; exposiciones de pintura o fotografía; discos de vinilo de segunda mano; cervezas exóticas, fantásticas ediciones de libros de diversa temática…

Un local mitad cervecería, mitad librería.

Un local mitad cervecería, mitad librería.

 

En Facebook, la red social en donde dieron a conocer su proyecto antes de materializarlo, explican en una entrada lo que para ellos es Puerta de Tannhäuser: «Una Librería Café es más que vender libros y cafés. Es respetar la cultura. Es abrir la mente a nuevas formas de arte que nos enseñen y enriquezcan como personas. Es cuidar al público que entra cada día buscando un sitio diferente donde relajarse y disfrutar. Merece la pena abrir cada día la Puerta. » Merece la pena pasarse por allí.

Y hablando de Puertas y de Olvidaderos, hay dos escenas de cine que me vienen a la memoria. Una es de Blade Runner, cuando el replicante Roy Batty, a pundo de morir dice:  «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.»

La otra, menos famosa, pertenece a Dentro del Laberinto, es aquella en la que Sarah, Jennifer Connelly, cae en el pozo de las manos tras resolver el viejo dilema de las dos puertas custodiadas por sendos guardianes: Una puerta lleva al castillo y la otra a una muerte segura, un guardián siempre miente, mientras que el otro siempre dice la verdad. Las manos van frenando su caída antes de caer irremediablemente en el Olvidadero. Y es que hay veces en las que es necesario encontrar un olvidadero para que te olviden, para olvidarte por un momento de todo y de todos.

 

 

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