El espectáculo de ‘Teatrapo‘ se queda a medio camino entre un ensayo filosófico de los pensamientos del emperador Marco Aurelio y una obra de teatro que narra los últimos días del líder romano. Para los amantes al cine y el público en general, la historia teatral les es conocida, gracias al éxito de la película ‘Gladiator‘ que protagonizó Rusell Crowe. Metiéndose en el papel de un gladiador de Emérita Augusta liberado por el propio Marco Aurelio. Aquí no hay gladiadores, tampoco mucha acción, pero nos recuerda la importancia del emperador, su carisma y humanidad y el papel que jugó en el antiguo imperio Romano. Es una anécdota, pero no deja de ser una forma más para atraer al gran público al Teatro Romano.
Es ahí, donde sin duda se encuentra la clave de este espectáculo. La apuesta de la dirección por contar al público emeritense una historia nueva, jamás puesta en escena. Además, se suma que el texto se ha extraído de una tesis doctoral de Agustín Muñoz Sanz. Retocada para su adaptación teatral por Miguel Murillo y José F. Delgado. Son estas dos circunstancias, el estreno absoluto y la consecución de la dramaturgia, lo que hacen interesante este montaje.
Pero no llega a cuajar. A mi juicio, y a pesar que la mayoría de críticos y compañeros de los medios de comunicación han resaltado el montaje como un buen espectáculo, la obra no sacia al espectador. Por momentos, y aprovechando la densidad filosófica que imprime Agustín Muñoz, se hace tediosa, a veces inconexa con el resto de la trama teatral. Y provoca que las lecciones de vida, moral y filosofía que se insertan en los monólogos del protagonista no cuajen, ni conecten con el público.
En cuanto a los aspectos técnicos destacar una sobresaliente iluminación, diseñada por Fran Cordero, que permite que el monumento tenga todo el protagonismo del montaje. Al colocar el cuadro de luces en los laterales del Teatro, permite dar una sensación tridimensional al monumento, incluso pareciendo un maping, resaltando aún más las cualidades del espacio escénico. La escenografía es inexistente, la arena del Teatro es el elemento que el director, Eugenio Amaya ha querido destacar, para que nada despiste de lo importante, que es lo que se cuenta.
Ningún actor o actriz resalta por encima del resto. El elenco está correcto, algo descafeinado por momentos, incluso diríamos nervioso, su protagonista, Vicente Cuesta, a quien le faltó contundencia en sus declamaciones. Pero seguro que es fruto del estreno puesto que, Cuesta es un excelente actor que crecerá con los días de representación en Mérida.
Interesantes las transiciones que nos propone el montaje. El coro hace las veces de cuadro de baile contemporáneo. Unidos a la música generan sensación de incertidumbre, de muerte, de penurias…Las que pasaba el imperio con los problemas económicos y la peste que asolaba pueblos y ciudades de Roma. Pues, esas transiciones musicales y de danza acercan y contextualizan de forma clara el entorno en el que nos sitúa la obra.
Tras el estreno llegan muchos comentarios de un montaje que genera opiniones diversas. A algunos compañeros de la profesión les parece quizás, algo extenso el montaje. Otros centran la atención en los monólogos de su protagonista. Unos para destacar el intenso texto y otros para criticar que esos monólogos, a los que le faltaría fuerza en las declamaciones, permiten la desconexión por momentos del montaje. Sea como fuere, al tratarse de la primera vez que se arriesga por la historia de Marco Aurelio es una buena introducción para futuras representaciones sobre este importante emperador romano.