Hito: Acontecimiento puntual y significativo que marca un momento importante en el desarrollo de un proceso o en la vida de una persona. Pues lo dicho, Estrella Morente consigue con ‘Lisístrata’ marcar un antes y un después en su carrera como artista. Tejiendo una vertiente más versátil, compleja e impecable en su vida profesional. El montaje de José Carlos Plaza es como la descripción que realizó hace lustros el New York Times de Lola Flores: “Una artista española, no canta ni baila, pero no se la pierdan”. Pues podríamos generar un paralelismo con la obra póstuma de Miguel Narros. Lisístrata no es una comedia al uso, tampoco un espectáculo de flamenco puro, ni una obra de teatro, pero no se la pierdan.
Magnífico el planteamiento narrativo del montaje. Miguel Narros aprovechó lo esencial de la obra de Aristófanes para conseguir montar un guión donde a través de los diferentes palos del flamenco, narrar la historia de rebelión de Lisístrata. Y lo consigue de forma muy pedagógica, nunca antes visto en la arena del Teatro Romano, sin demasiadas estridencias y con un ritmo que engancha.
El director, José Carlos Plaza, un viejo conocido del Festival emeritense, aprovecha para marcar sus ‘morcillas’ dramáticas. Plaza conoce mucho al público emeritense y sabe a la perfección que un buen sonido (por mucho que algunos puristas sigan reclamando la ausencia de micros en el teatro), una buena iluminación que despierte al espectador y una puesta en escena con movimientos escenográficos amplios y marcados, engancha con las tres mil personas que abarrotaron las caveas del Teatro. En el estreno más multitudinario que se recuerda en mucho tiempo.
Estrella Morente lleva el peso del montaje. Es más, por momentos consigue que el resto de sus compañeros se conviertan en ‘prescindibles’. Aprovecha su vena dramática de cantaora para meterse en el papel de un clásico. Y lo hace con credibilidad y pasión. Una artista que no se deja impresionar por el marco, y que lo envuelve con su carisma. Su coro, no le acompaña al mismo nivel. En el estreno tuvieron fallos de compás e incluso de afinación, nervios que se pueden achacar al estreno, aún así, la artista está muy por encima del resto del elenco.
Mención aparte merece el primer bailarín del cuadro artístico, Mariano Bernal, que se marca una coreografía espectacular, cuando, como guerrero, regresa a su casa para ser recibido por su mujer, encarnado por Aída Gómez, y se mueve deslizándose por el escenario como una pluma. Movimientos pasionales que quedan boquiabiertos al espectador. Espasmos de danza que convierten su número en uno de los más espectaculares del montaje. Los cuatro bailarines masculinos, asombran desde la primera escena de guerra hasta el final, y aportan la danza racial que tanto gusta al público.
Aida Gómez tiene un motor en sus brazos. Sus movimientos, sus impulsos, su técnica es espectacular. No necesita acaparar el espacio escénico porque con sólo un golpe de mano es capaz de transmitir la esencia de su papel. Es danza en estado puro. Un lujo poder tenerla en el elenco. Por otro lado, su ‘partener’, Antonio Canales, no vive su mejor momento como bailarín, pero desprende raza en cada taconeo. Y eso encandila al público. En su primer papel, de travestido, consigue que le veamos una ‘vis’ cómica creíble. Levanta las carcajadas del respetable, y nos muestra una faceta artística diferente a la habitual. Ya como comisario, en su segundo papel, nos enseña al Canales más desgarrado. Al que vuela sobre sus zapatos. Aún así, no es el mejor Canales que hemos visto en el Teatro Romano de Mérida.
Y aderezando este convite, se encuentra Juan Carmona y los músicos. El compositor de la banda sonora de este espectáculo nos muestra melodías basadas en los diferentes palos del flamenco, como la bulería o la toná, que sin duda aportan un plus de calidad al montaje.
En duda queda la escenografía, ese tablao flamenco de fantasía y torres de colores que aportan poco al montaje, más allá de darle vistosidad. Aunque el espectáculo no explica la necesidad de los elementos escenográficos.
En definitiva, la Lisístrata de José Carlos Plaza es diferente. Y por ello merece la pena no perdérsela. Redescubriremos a una espectacular Estrella Morente, y comprobaremos cómo en el arte (ese al que hay que bajar de una vez el 21% de IVA) las propuestas diferentes siempre aportan. Y que aún hay mucho que descubrir sobre la arena del Teatro Romano de Mérida.
A mis lectores habituales, que sé que sois muchos, ya os emplazo a ‘Los Pelópidas’ puesto que el aforo del Teatro Romano impide que podamos disfrutar para contaros del concierto de Ara Malikian…Otra vez será.