“Nosotros no vamos a apoyar la amnistía fiscal porque los que pagan van a pagar más y a los que no pagan se les va a perdonar lo que no han pagado, después de lo que se les ha hecho a los pensionistas y funcionarios y después de que en España haya más de cuatro millones y medio de personas que no pueden trabajar queriéndolo”. El esclavo de estas palabras, pronunciadas el 8 de junio de 2010, es Rajoy, que tachó de “ocurrencia” una medida que, según cierta prensa, Zapatero por entonces se planteaba, y finalmente desechó, para aumentar los ingresos de las vacías arcas públicas y que era similar a la puesta en marcha por Felipe González en 1984 y 1991. Ese mismo día, la número dos del PP, Cospedal, fue aún más tajante: “Estamos en contra de subir los impuestos, pero también de perdonar a aquellos que no los pagan”, porque “es tan injusto, tan antisocial y tal barbaridad”.
Totalmente de acuerdo. Pero, casi dos años después, cuales veletas empujadas por los fuertes vientos que arrecian desde Bruselas y Berlín, Rajoy y compañía no han tardado en hacer desde la Moncloa todo lo contrario de lo que predicaban desde la oposición. En diciembre, nada más coronarse de espinas, nos subieron el IRPF y el IBI; el pasado viernes, muy acertadamente, elevaron de facto los impuestos a las empresas, eliminando las deducciones y bonificaciones gracias a las cuales muchas grandes apenas pagaban al fisco. Y el mismo viernes, siguiendo la senda de Berlusconi, aprobaron una amnistía fiscal camuflada de “gravamen especial”. El defraudador, se llame Urdangarin o Pepe Gotera, tendrá, hasta el 30 de noviembre, la oportunidad de blanquear su dinero negro, esté escondido en Suiza o debajo del colchón, previo pago de un 10% del capital aflorado o de un 8% de los dividendos repatriados desde paraísos fiscales. Una ganga, vamos, pues, con las subidas de Rajoy, el tipo máximo del IRPF es del 52%, el del Impuesto de Sociedades del 30% y el de las rentas del capital del 27%. El Gobierno pretende recaudar así 2.500 millones de euros. ¡Cuán largo me lo fiáis, amigo Mariano! La medida puede tener el efecto contrario, como advierten los inspectores de Hacienda, y atraer a muchos contribuyentes honrados hacia el lado oscuro de la economía.
Mariano, ándate con cuidado que, poco a poco, hasta muchos de los tuyos están indignándose con tanto bandazo y te cantan al ritmo de Presuntos Implicados: “¡Ah! Cómo hemos cambiado, / qué lejos ha quedado / aquella amistad. / Así como el viento lo abandona todo al paso, / así con el tiempo todo es abandonado”. Ya te han dado dos avisos: la victoria amarga en los comicios andaluces y no tanto la huelga, que fue más sectorial que general, como su colofón: unas masivas manifestaciones a las que incluso acudieron esquiroles con más hambre de pan que de justicia y que no se podían permitir el lujo de perder un día de sueldo. Sin embargo, tú prefieres cerrar las orejas, pasar el cepillo entre los ladrones de cuello blanco pidiéndoles la voluntad y rezar arrodillado al dios Mammón aquello de “perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.
(Publicado en el diario HOY el 1/4/2012)